SAN AGUSTÍN DE
HIPONA
(Doctor de la Iglesia)
430 d.C.
28 de agosto
Aurelio
Agustín nació en Tagaste (Numidia, la actual Souk Ahras,
en Argelia). Su padre -Patricio- era pagano (se hizo cristiano antes de
morir) y su madre cristiana -santa Mónica- quiso siempre que su
hijo se convirtiera. Tuvo dos hermanos, Navigio y una hermana cuyo
nombre desconocemos.
Recibió primero una formación cultural
clásica en Madaura (la lectura del “Hortensio” de Cicerón
le inspiró el amor a la sabiduría) donde se sintió
atraído por las seducciones de la ciudad de Apuleyo hasta el
punto de que, de joven retórico latino, lloraba leyendo en
Virgilio la muerte de Dido, mientras abominaba de las Escrituras
bíblicas, horriblemente duras e incultas, según
él. Al mismo tiempo se dedicó al juego, y a los amores
prematuros "No amaba todavía -nos dice él mismo- pero
amaba el amar y ser amado". Agustín se marchó de casa a
los 14 años hacia Cartago (371) donde inició estudios en
Filosofía. Enseñó gramática en Tagaste
(374) y retórica en Cartago (375-83) y llegó a recibir
galardones. Abrazó primeramente el maniqueísmo, con 19
años, que desde hacía dos siglos se había
difundido desde Asia por el área mediterránea y que se
presentaba, como una derivación del viejo gnosticismo; esto es,
como una explicación del mundo para resolver el problema del mal
con el dualismo del cuerpo (sede del mal) y del espíritu (sede
del bien). Se convirtió en uno de sus teóricos más
encumbrados.
Se trasladó a Roma, con su segunda amante, de la
que tuvo un hijo (Adeodato). Agustín decepcionado del
maniqueísmo, se refugió en el escepticismo. "Me negaba a
prestar ciego asentimiento a cualquier cosa por temor a los
precipicios, pero la cuerda que me mantenía suspenso me
estrangulaba". Leyó la “Vida de San Antonio Abad”, que le
causó una gran impresión.
De Roma se trasladó a Milán para ocupar una
cátedra de Elocuencia (384). Allí recibió la
visita de su madre y tuvo ocasión de escuchar a san Ambrosio de
Milán, cuyas explicaciones alegóricas de la Escritura le
cautivaron y... un día tomó y leyó las cartas de
san Pablo "Revestíos de nuestro Señor Jesucristo y no
hagáis caso de la carne en sus deseos". En la búsqueda de
la verdad, estuvo perplejo por el origen del mal y encontró
dificultad en concebir que Dios fuera un espíritu puro. Y se fue
dejando penetrar de la luz que le brindaron las obras de Platón
y el neoplatonismo, pero no encontró nada en ellas acerca de la
redención humana, y por ello se puso a leer los escritos de san
Pablo. "Padre, haz que yo te busque... Nos has hecho, Señor,
para Ti y está inquieto nuestro corazón hasta que
descanse en Ti". Poco a poco se entregó todo a Dios, y a su
divina sabiduría. "Por la libertad de mi alma, me
sujeté a no tomar mujer".
Tenía 32 años cuando lo bautizó san
Ambrosio en el 387, junto con su amigo san Alipio y su hijo san
Adeodato. Tardó años en renunciar a su amante.
"Señor enséñame la castidad, pero no ahora"
dirá con cierto humor. Su hijo murió a los 15
años. Fundó una comunidad religiosa, pero él tuvo
sus dudas y luchas. Dejó a su amante y vivió en
régimen monástico desde el 388 al 391 en Tagaste. En el
390, fue ordenado presbítero por el obispo de Hipona, Valerio, a
quien sucedió en el cargo. Santa Melania "la Joven" le
pidió consejo para fundar un monasterio en África y tuvo
relaciones epistolares con santos Jerónimo, Paulino de Nola,
Fabiola y muchos otros. En el 395, fue nombrado obispo de Hipona (hoy
Annaba, Argelia), y vivió comunitariamente vida de
perfección, dedicando su vida a la defensa de la ortodoxia
cristiana y a la lucha contra la herejía y cismas especialmente
el donatismo, el maniqueísmo y el pelagianismo. Escribió:
“La ciudad de Dios”, “De Trinitate”, “Las Confesiones”, “Sobre la
predestinación de los Santos” y “Sobre el don de la
perseverancia”. Es uno de los teólogos y filósofos que
más han influido en la historia de la Iglesia. Una de sus frases
más famosas es “si has entendido, entonces lo que has entendido
no es Dios”. Se le conoce como el Doctor de la Gracia.
Oraciones a San
Agustín de Hipona
Las Confesiones de San Agustín
La Ciudad de Dios