SAN GREGORIO EL GRANDE
(Papa y Doctor de la Iglesia)
590-604 d.C.
3 de septiembre
Pertenecía a una
noble familia romana, la gens Anicia, que había dado ya dos
pintífices a la Iglesia; Félix III y Agapito. Senador y
prefecto de Roma, Gregorio parecía destinado a una brillante
carrera política y administrativa, cuando la muerte de su padre
cambió el rumbo de su vida. Repartió sus bienes entre los
pobres, fundó siete conventos, regidos por la regla de San
Benito, y tomando el hábito, se retiró él mismo a
uno de ellos, cerca de Roma. Fue allí donde vino a buscarle el
Papa Pelagio II para nombrarle Nuncio en Constantinopla, donde, rodeado
de un grupo de benedictinos, Gregorio siguió haciendo vida
monacal.
A la muerte de Pelagio fue elegido Papa, honor que
Gregorio se negó a aceptar. Obligado por la confirmación
del emperador, Gregorio huyó de Roma, pero fue alcanzado y
llevado a la Basílica de San Pedro, donde fue consagrado el 3 de
septiembre de 590. Su primer acto fue la organización de una
magna procesión con el objeto de pedir a Dios el fin de la
peste. La peste cesó. En 592 y 593 salvó a la Ciudad
Eterna de la invasión e los longobardos, comprometiéndose
a pagar el tributo pedido por los bárbaros con dinero
perteneciente a la Iglesia y sin pedir ninguna ayuda al emperador.
La riqueza, cada vez mayor, del "patrimonio de San Pedro"
lo ocupó para alimenar a los romanos hambrientos, ayudar a los
necesitados y pagar los tributos. El emperador estaba lejos y el
Papa se veía obligado a sustituir la autoridad temporal, a
tratar con los logobardos, a tomar decisiones en nombre de los
funcionarios civiles y miltares. Poco a poco la Iglesia
sustituía al Imperio en Italia. En este sentido, Gregorio puede
ser considerado como el fundador del poder temporal del papado.
La "Ciudad de Dios", entrevista por San Agustín
empezaba a dibujarse en la tierra. La situación del Imperio, su
carencia de autoridad, inspiró al Papa Gregorio una nueva
política, la de dirigir sus cuidados hacia Occidente,
allí donde los nuevos estados bárbaros empezaban a
formarse y donde la ortodoxia estaba amenzada por el arrianismo.
Entabló relaciones con la reina Teodolinda, de los longobardos,
y obtuvo que sunhijo fuese educado en la religión
católica.
Cosiguió a través de su amigo Leandro,
Obispo de Sevilla, la conversión de Recaredo, rey de los
visigodos; sostuvo una vasta correspondencia con los reyes francos y
envió monjes a Inglaterra para convertir a los anglosajones. San
Agustín de Canterbury transformó el monasterio
homónimo en uno de los grandes centros culturales de Europa.
Gregorio supo utilizar la fuerza y la organización de los
benedictinos para transformar la orden monacal en un instrumento de fe,
de cultura y de civilización, diferenciándola de este
modo del monaquismo oriental, cuyo matiz estrictamente espiritual
separó al pueblo de la Iglesia y apoyó sin querer las
tendencias autoritarias del poder temporal, tanto en Bizancio como
más tarde en Rusia.
El mérito de Gregorio fue el de saber transformar a
sus monjes en un admirable instrumento religioso y civilizador, de
manera que bien puede decirse que el gran Papa del siglo VI fue
también el fundador del nuevo Occidente.
Reformó la Schola Cantorum de Roma y la Misa. El
canto gregoriano lleva su nombre. Escribió comentarios a la
Sagrada Escritura, dálogos y homilías. Defendió a
los pobres y a los judíos, cuyos derechos estaban garantizados
desde hacía siglos por la Iglesia. Apoyó a las naciones
pequeñas en contra de las grandes, y fue llamado "el
último romano", debido a su sentido de la justica "el
cónsul de Dios", debido a su y a su caridad. Puede ser
considerado, al ladod e San Agustín y de San Benito, como el
hombre que marcó el rumbo de una nueva era en la historia de la
humanidad. Occidente se apoyó en la herencia de estos tres
hombres.
Libro de la Regla Pastoral
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(Parroquia San Martín de Porres)