VIRGILIO
537-555
El Papa
elegido por Belisario no favoreció la herejía monofisita.
Silverio pudo regresar de Siria, pero Virgilio lo exilió otra
vez a la isla de Ponza, donde falleció. En una carta dirigida a
Justiniano, Virgilio defendió con valor la ortodoxia y las
decisiones de los Concilios de Éfeso y Calcedonia. El emperador
se proclamó a sí mismo único juez en materia
religiosa, condenó la doctrina de Orígenes y
obligó a Virgilio a embarcarse rumbo a Bizancio. Mientras el
Papa oficiaba Misa en la iglesia de Santa Cecilia, el 22 de noviembre
de 545, un enviado de Justiniano le interrumpió, le condujo a la
orilla del Tiber y se lo llevó en un barco.
Cuando el emperador trató de imponerle su voluntad,
con el fin de que consistiera a la abrogación de las decisiones
del Concilio de Calcedonia; Virgilio huyó de Constantinopla,
pero fue alcanzado y llevado otra vez a la capital, donde tuvo que
participar en el concilio convocado por el emperador. Por miedo de
provocar un cisma, firmó las conclusiones del concilio. Pudo
emprender así el viaje de regreso, pero fallleció en el
camino, en Siracusa. Durante su ausencia, el rey de los ostrogodos,
Totila, había vencido a los bizantinos y reconquistado Roma
(546).
El dominio de los godos en Italia había terminado
para siempre. Un nuevo peligro amenzaba la península, y eran los
francos. Narsés los venció, pero otros bárbaros
avanzaban desde Oriente; los longobardos, que conquistaron el norte de
Italia, fundando un reino que duró varios siglos.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)