BEATA VILLANA DE BOTTIS
29 de enero
1360 d.C.



   Nació en Florencia. Hija de un anciano mercader florentino, que cedía a todos sus caprichos, casada con un joven señor florentino, Rosso di Piero Benintendi, que se adornaba con las mismas cualidades que su suegro, incrédulo e insufrible. Era madre de familia. Se dejó seducir por la vida mundana y las fiestas suntuosas, hasta que un día, mirándose en un espejo vió un monstruo terrible que se reflejaba en todos los espejos de la casa, entonces se dio cuenta que estaba desperdiciando su vida. 

   Buscó a Dios y le encontró en la Tercera Orden dominica. Tomó el hábito de las hermanas de la Penitencia de santo Domingo e inició una nueva vida bajo la dirección de los frailes de santo Domingo, de quien, según su biógrafo fray Jerónimo di Giovanni, era "devotísima".

   Se dedicó al estudio de la Sagrada Escritura y a la contemplación de Cristo crucificado, a quien Vilana invocaba frecuentemente como: "Cristo Jesús, amor mío crucificado". Su austeridad de vida influyó entre las demás mujeres de su ambiente y muchas se decidieron a imitarla. Desde entonces no vivió más que para hacer el bien. Mendigó para los pobres, vendió sus bienes. Convirtió a su padre, caído en la miseria. Doblegó a su marido. Aceptó la enfermedad y las injurias como una expiación. Se dice que se alimentaba espiritualmente con la lectura de las cartas de san Pablo y con la meditación en la Pasión de Cristo. Murió en Florencia. Está enterrada en la Basílica de Santa María Novella de Florencia, en una tumba de marmol, obra de Bernardo Rossellino.  León XII confirmó su culto el 27 de marzo de 1824.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)