BEATO VICTORIANO CALVO LOZANO
10 de agosto
1936 d.C.
El 25 de diciembre nacía
de las entrañas de la madre Iglesia el niño que había
visto la luz del sol en el pueblo de Horche (Guadalajara) un 23 de diciembre
de ese mismo año 1896, y al que se le impuso el nombre de Víctor.
Su padre era un agricultor llamado Juan Calvo Martínez y su madre
una ama de casa llamada Mª Candelas Lozano Monge. Según nos contará
más tarde Víctor, su padre era hombre de buenas intenciones
y su madre mujer temerosa de Dios y amante del cumplimiento de sus deberes,
de conciencia delicada y celosa de la educación de sus hijos. Recibió
el don del Espíritu mediante la Confirmación que recibió
de manos del Obispo Auxiliar de Toledo, Mons. D. J. José Laguarda
el 22 de mayo de 1901.
Recibió una esmerada educación cristiana por parte
de su madre, quien lo inició en la oración, el examen de conciencia
y la celebración y la veneración de la Eucaristía. Además
de la iniciación en la vida de piedad, lo fue en letras asistiendo
a la escuela de primera enseñanza de su pueblo. A los 7 u 8 años
recibió su primera comunión, aunque fiel a las costumbres de
su época, se acercaría a participar de la mesa eucarística
anualmente. Como les era propio a los niños de su edad, pronto abandonaban
la escuela y eran iniciados en las tareas agrícolas.
SU DISCERNIMIENTO VOCACIONAL. COMIENZA SU MARTIRIO
Entrado en la adolescencia se afianza en la vida espiritual,
venciendo así la inercia de los amigos y de la imagen ante ellos;
se aplica en la lectura de libros de espiritualidad, entre otros La Regla
de San Benito y a llenar el vacío que experimenta cuando se aleja
de la oración. El 24 de noviembre de 1913, a sus 17 años, murió
su madre; esto supuso un duro golpe y una sensación de vacío
en su vida. A los pocos meses, enero de 1914, los Misioneros Redentoristas
dan una Misión en Horche, en la que él participa activamente;
al irse los misioneros toma la resolución de ser religioso.
Durante los años siiguientes va a alimentar esta búsqueda
vocacional con la oración, la lectura espiritual y el acompañamiento
personal del párroco, D. Juan Antonio Cortés Moral (martirizado
en 1936 [biografía-pincha]); se suscribirá a la Revista El
Perpetuo Socorro y se hará con varias obras de San Alfonso, como son
La práctica del amor a Jesucristo y La Vocación religiosa;
intensificará en cantidad su oración. A pesar de su sencilla
vida de agricultor, los medios puestos para cultivar la vocación le
llevaron a irse conformando con la voluntad de Dios, a buscar más
que la cantidad, la calidad en la oración y a alentar en su corazón
el deseo de la vida religiosa.
Uno de los obstáculos que le tocaba sortear fue su familia,
que se opuso terminatemente a que se fuera de casa perdiendo así unos
brazos de trabajo. Por este motivo sufrió la recriminación,
el reproche, los insultos
desde un espíritu de caridad cristiana.
Marchó a Madrid el 4 de septiembre de 1918 para hacer 3 meses del
servicio militar, tras los cuales regresó con un deseo mayor de ingresar
como hermano coadjutor redentorista; a pesar de su resolución, viendo
la oposición de la familia, le costó dar el paso. Con la complicidad
del párroco, quien se había puesto en contacto con el P. Maestro
de novicios de los Redentoristas, el 31 de marzo de 1919 huye de casa, dejando
sobre la mesa una carta de despedida. Llega a Nava del Rey (Valladolid) donde
es acogido como postulante el 2 de abril con el oficio de hortelano bajo
la tutela del H. Luis; el 12 de noviembre viste el hábito redentorista,
comenzando así su noviciado con el P. Rafael Cavero como Maestro y
como compañeros, entre otros, a los siervos de Dios HH. Bernardo Sáiz
(Gabriel) y Celso Alonso, ambos martirizados en 1936, el primero en Madrid
y el segundo en Valencia; se le cambiará el nombre por Victoriano
y profesará el 23 de noviembre de 1920 y hará su profesión
perpetua von el Voto y Juramento de perseverancia en la CSSR el 20 de abril
de 1924.
MISIONERO, MONJE y MARTIR
En 1921 será destinado a Cuenca. Al año siguiente
está en Astorga (León) y en 1923 va de Astorga a El Espino
(Burgos). En 1925 vuelve a Cuenca donde ya pasará toda su vida, de
hortelano, sacristán y portero. Vivirá una vida de trabajo,
silencio y oración; los compañeros le llamaban El silenciario.
Además de las dedicaciones propias de los oficios que desempeñaba
ejercerá el acompañamiento espiritual a una muchacha que se
lo solicitó a él. Para ella escribirá retiros, reflexiones,
meditaciones, consejos
. Y después que ella muriese comentará
la autobiografía de ella. La búsqueda de unirse a Cristo le
llevó a ofrecerse en 1928 para ir a la recién encomendada Misión
de China. El hermano Victoriano se convirtió en otro San Gerardo por
su vida de oración y silencio, su trato con las personas, su espíritu
de mortificación y servicio. A propósito de esto me gustaría
compartir este párrafo del libro que me tengo entre manos:
Abnegación y testimonio. El corazón del seguimiento
cristiano de Jesús reside en: tomar la cruz de la abnegación
(Mc 8, 34) para que venga el Reino (Mt 6, 10). Jesús mismo nos ofrece
el ejemplo: ¡No mi voluntad sino la Tuya! (Mc 14, 36)
Negarse es reconocer
la vida como don-recibido para convertirla en don-ofrecido
Este seguimiento
y la obediencia, así entendidos, son siempre algo testimonial, son
un testimonio, son un martirio. Martirio que en algunos casos puede llegar
a la sangre. El martirio cruento forma parte de la vida de la Iglesia y es
una posibilidad para los seguidores de Jesús: «Si alguno me
sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también
mi servidor» (Jn 12, 26). Y tanto más aún si estos seguidores
pretenden seguir al Maestro más de cerca a fin de estar a su servicio
el día del Calvario. Pero no se trata de un esfuerzo y opción
humanos sino de una respuesta a una invitación y elección por
parte del Señor
. (Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración,
Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 138-139).
Con este espíritu en el que fue fortaleciéndose
desde su adolescencia entre su familia, le sorprendió la persecución
religiosa en Cuenca. El día 20 de julio salió con el P. Julián
Pozo, que estaba enfermo, y se alojaron en la casa de Dª Eugenia y Joaquina
Muñoz Girón (C. Andrés Cabrera nº 22) donde llevaron
vida de recogimiento y oración, disponiéndose para lo que pudiese
pasar. Allí están hasta el 25 de julio, en que por indicación
del superior, el P. Pedrosa, fueron ambos a alojarse en el Seminario. Allí
coincidieron con el P. Gorosterratzu; supieron del martirio de los PP. Olarte
y Goñi; fueron testigos de cómo sacaron del seminario al Sr.
Obispo y a su secretario, al P. Pozo y a D. Juan Escribano; así que
las circunstancias le llevaron a prepararse para culminar su seguimiento
de Cristo a través del Martirio.
Siguiendo al Crucificado.- Seguir a Cristo es el fundamento
esencial y original de la vida cristiana: por eso es válido para todo
cristiano sin distinción de estados. Y no se trata tan sólo
de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo
mucho más radical: avanzar por el camino, despojarse de sí
mismo, adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y
su destino hasta el extremo, participar de su obediencia libre y amorosa
a la voluntad del Padre, donar la propia vida en comunión con la suya
donada
. Seguir a Cristo no significa imitarlo en su apariencia exterior
o en todas sus acciones externas, se trata de una realidad que afecta al
ser humano en su interioridad más profunda. Ser discípulo de
Jesús significa hacerse conforme a Él, que se hizo servidor
de todos hasta el don de sí mismo en la cruz. Mediante la fe, Cristo
habita en el corazón del creyente (cfr. Ef 3, 17), el discípulo
se asemeja a su Señor y se configura con Él. Y esto es fruto
de la gracia, de la presencia operante del Espíritu Santo en nosotros.
Fruto de la obra del Espíritu y de la libertad humana, obra de renuncia
y de abnegación a fin de caminar en pos de Él con más
gozo y liberalidad
(Dom. Bernardo Olivera, Martirio y Consagración,
Publicaciones claretianas, Madrid 20112ª, pp. 135 ss.)
Para Victoriano ser Misionero Redentorista, monje y mártir
fue la misma cosa unidas en Cristo Jesús. Sacado con el P. Javier
Gorosterratzu a las 2 de la madrugada del día 10 de agosto de 1936
del Seminario su cadáver fue recogido a la mañana siguiente
en el camino del cementerio de Cuenca con varios disparos en la cabeza (Cf.
Acta de defunción: Registro civil de Cuenca, Sec. 3ª, Tomo 42,
Folio 326, Número 647). Inhumado en la fosa común, fue exhumado
en 1940 e inhumado en el panteón de los Redentoristas; exhumado en
1977 y trasladado a Madrid se encuentra en la actualidad en el Santuario
madrileño del Perpetuo Socorro.
LA GRACIA DE LA PERSEVERANCIA
Con el martirio Víctor culminó su camino de configuración
con Cristo; un camino nada fácil, en el que toda su vida tuvo que
afrontar dificultades. La perseverancia que profeso el día de su profesión
perpetua se convirtió en martirio el día de su asesinato. Pero
Víctor toda su vida había sido consciente que había
sido pura gracia de Dios. En su noviciado escribía: recibí
sin merecer el santo hábito de la Congregación del SS. R. a
los 5 años y 11 meses de sentir los primeros movimientos de la gracia
de la vocación, en la cual el Señor nos dé a todos nosotros
la santa perseverancia (Curriculum vitae. Nava del Rey 1920). Pero a la
gracia de la vocación, para alcanzar la perseverancia el respondió
con su vida de oración, servicio, configuración con Cristo
y acompañamiento espiritual. Que su memoria ayude a cuantos buscan
la voluntad de Dios en sus vidas.