BEATA VICTORIA
DÍEZ Y BUSTOS DE MOLINA
12 de agosto
1936 d.C.
Nació en Sevilla, en el seno de una familia modesta.
Estudió dibujo y pintura en la escuela de Bellas Artes de
Sevilla y Magisterio en la Normal de Sevilla. Su idea era ser
misionera, sin embargo las circunstancias de su familia y conocer a san
Pedro Poveda, cambiaron el rumbo de su vida.
Ingresó en la Institución Teresiana en 1926.
“Cada día le doy gracias a Dios Nuestro Señor por haberme
puesto en contacto con la Institución Teresiana”. Fue destinada
como maestra a Cheles, Badajoz, donde comenzó su apostolado.
Después fue destinada a la localidad cordobesa de Hornachuelos,
en 1928. Aquí realizó una gran labor educativa:
solicitó a las autoridades un nuevo local para la escuela que la
encontró insuficiente y en malas condiciones. Renovó los
métodos docentes y el estilo de las relaciones entre maestra y
alumnas, creó la biblioteca escolar e inauguró los paseos
por el campo con objetivos previstos; con frecuencia tenía las
clases al aire libre. Creó un plan de alfabetización para
las chicas y mujeres obreras. En 1935 fue nombrada secretaria de la
Junta de Enseñanza Municipal y presidenta del Consejo Local de
Hornachuelos, cargo que desempeñó con dedicación y
diálogo entre todas las ideologías y tendencias. En 1933
el gobierno de la República prohibió la enseñanza
de la religión en la escuela pública. Entonces se
dedicó a la catequesis y a formar a catequistas. Trabajó
siempre con la Asociación de las Hijas de María.
Organizó la Asociación Misionera de la Santa Infancia.
Fundó la Acción Católica Femenina, a la que
dedicó muchas energías, pues quería que la mujer
española tuviera su importancia ante la opinión
pública. Con un colega suyo organizó los Círculos
de Acción Católica. Era de complesión
débil, y sufrió varias enfermedades, como cuando en 1932,
a causa de unas dolencias de garganta, fue operada y luego le quitaron
todos los dientes, pero no mejoró; también sufrió
del estómago, pero nunca perdió su alegría, y su
amor a María y a la Eucaristía.
Con la llegada de la República, le hicieron quitar
el crucifijo y la imagen de María de la escuela, con lo que no
dejó de protestar, aunque cumplió la disposición.
En 1934, quemaron la parroquia de Hornachuelos y el clima
comenzó a estar muy enrarecido con los católicos. En
1935, participó en una reunión en León, de
teresianas con san Pedro Poveda que las animó a seguir con su
trabajo, pasara lo que pasara, siempre puestas en manos de la
Providencia. Cuando estalló la Guerra Civil, fue detenida, y se
despidió de su madre, que vivía con ella; la fusilaron
junto a 10 hombres, le habían dado la oportunidad de renegar de
su fe, pero fue inútil, murió diciendo: “¡Viva
Cristo Rey! ¡Viva mi Madre!”, aludiendo a una pequeña
imagen de María que apretaba entre sus dedos. Sus restos reposan
en la sede de las teresianas de Córdoba. Fue beatificada por San
Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993.