BEATO VICTOR CHUMILLAS
FERNANDEZ Y
COMPAÑEROS
1936 d.C.
16 de agosto
Víctor nació en Olmeda del
Rey (Cuenca). En 1914 entró en el seminario menor franciscano de
Belmonte (Cuenca). Tomó el hábito franciscano en Pastrana
(Guadalajara) en 1917. Profesó de votos temporales en Arenas de
San Pedro (Ávila) en 1918. Cursó la filosofía en
Pastrana y la teología en Consuegra (Toledo). En 1923 hizo su
profesión solemne. En 1925 fue ordenado sacerdote.
Su primer destino fue la casa de noviciado de Arenas de
San Pedro.
Después fue enviado como profesor a los seminarios de
Alcázar de San Juan (Ciudad Real), La Puebla de Montalbán
(Toledo) y Pastrana. En 1932 fue destinado al convento de San Antonio
en Madrid, donde actuó como director de la revista “Cruzada
Seráfica”, de la catequesis y la Juventud Antoniana, sumando a
ello la predicación, la atención al confesonario y a los
enfermos. Todo ese trabajo lo continuó en Almagro (Ciudad Real),
para donde fue designado Guardián a principios de 1935. En
octubre de ese mismo año, el Capítulo le nombró
Guardián y Rector del Convento-Teologado de Consuegra, donde
permaneció hasta su muerte.
Su carácter era sencillo, alegre, optimista,
bondadoso y
tranquilo. Siempre fue hombre de oración en medio de su gran
actividad. Su espíritu de sacrificio y pobreza eran evidentes.
La prudencia, humildad, bondad, servicialidad y dulzura en el trato
saturaban su proceder. Su fortaleza y su fe en Dios le hacían
infatigable en el trabajo y estaba siempre pronto para cualquier
trabajo necesario y para la obediencia. Ya sacerdote, ejerció el
apostolado por todos los medios a su alcance: la acción, la
palabra, la pluma. Su labor de profesor no le impidió el
ejercicio intenso del ministerio sacerdotal: atención al culto,
a la predicación, al confesonario, a la dirección
espiritual, a la dirección de asociaciones religiosas, a los
enfermos y a la catequesis infantil, en la que derrochaba entusiasmo,
simpatía e inventiva. Su labor como publicista fue
también intensa en las revistas “Cruzada Seráfica” y
“Hogar Antoniano”. En los artículos supo iluminar la realidad de
la sociedad española con la luz del Evangelio. Eran verdaderas
catequesis de adultos y de niños, apropiadas a la España
republicana.
El 24 de Julio de 1936 fueron expulsados del convento. El
último
en salir fue el P. Víctor Chumillas, Guardián, que
entregó las llaves a los agentes municipales. Los religiosos
fueron hospedados por familiares y bienhechores. En los días de
hospedaje llevaron una vida serena y de oración, sin intentar
huir ni esconderse de los perseguidores. El P. Víctor
expresó repetidamente su deseo de ser mártir.
Entre la tarde y noche del 9 de agosto y la mañana
del 10,
fueron detenidos 28 de los 32 franciscanos. Los otros cuatro lo
serían el día 11. Ellos, sin protestar ni resistirse,
pero conscientes de que los matarían, siguieron a los agentes,
que los llevaron a la cárcel municipal. La estancia en la misma
quedó escrita por el P. Chumillas en su breviario. Todos iban
contentos de sufrir por el Señor y, al verse, se abrazaron, se
pidieron mutuamente perdón y recibieron del superior la
absolución general. Por la noche, ellos y los demás
eclesiásticos encarcelados se confesaron, oraron y renovaron los
votos y las promesas sacerdotales. El P. Chumillas les exhortó a
sufrir el martirio por Dios y todos quedaron con ardiente deseo de
padecerlo y se retiraron a descansar. Habiendo ingresado en la
cárcel los demás sacerdotes y religiosos del pueblo el
día 11, fueron todos trasladados a la iglesia de Santa
María. Allí recibían el alimento de los familiares
y bienhechores. Estaban serenos y dedicaban el tiempo a la
oración y al diálogo mutuo, estimulándose al
martirio. Todos hicieron confesión sacramental. El día 14
fueron liberados tres franciscanos de avanzada edad y otros religiosos.
También fue liberado uno de los estudiantes de teología,
consaburense.
Pasada la media noche del 15 al 16, los franciscanos
fueron sacados de
la iglesia-prisión. Mientras salían, el beato P. Benigno
Prieto dijo: “No os asustéis, hermanos, que vamos al cielo”.
Inmediatamente, mandaron volverse a los naturales de Consuegra y a los
hermanos no clérigos, en total, ocho, que serían luego
asesinados el 19 de agosto y el 24 de septiembre. Los veinte restantes
fueron subidos a un camión.
Escoltado por varios coches, en los que iba el alcalde y
miembros del
Ayuntamiento, el camión salió de Consuegra, pasó
por el pueblo de Urda y se detuvo en el lugar llamado Boca de
Balondillo, en el término municipal de Fuente el Fresno (Ciudad
Real). Los franciscanos, que habían ido rezando por el camino,
fueron mandados bajar y ponerse en fila a pocos metros de la carretera.
El P. Víctor Chumillas pidió al alcalde que los desatasen
para morir con los brazos en cruz, pero no le fue concedido.
Pidió que los fusilasen de frente, y el alcalde permitió
que se volviesen. Entonces el P. Víctor dijo a su comunidad:
“Hermanos, elevad vuestros ojos al cielo y rezad el último
padrenuestro, pues dentro de breves momentos estaremos en el Reino de
los cielos. Y perdonad a los que os van a dar muerte”. Y al alcalde:
“Estamos dispuestos a morir por Cristo”. Inmediatamente, el beato Fr.
Saturnino Río clamó: “¡Perdónales,
Señor, que no saben lo que hacen!”. Empezó la descarga de
disparos. En ese mismo momento, varios de los franciscanos gritaron:
“¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Orden Franciscana!
¡Perdónales, Señor!”. Eran aproximadamente las 3,45
de la madrugada del 16 de agosto de 1936. Los cuerpos de los veinte
franciscanos, por orden de la autoridad, fueron recogidos ya de
día, llevados en un camión y sepultados en el cementerio
de Fuente el Fresno. Una cruz de mármol con una breve
inscripción recuerda el lugar de su martirio.
Terminada la guerra civil, fueron llevados al cementerio
de Consuegra.
El 15 de agosto de 1940, se trasladaron sus cuerpos a la capilla
construida al efecto en la iglesia del convento franciscano de esa
localidad hasta que el 26 de noviembre de 1982, por cierre de la casa,
fueron trasladados a Toledo e inhumados definitivamente en la iglesia
franciscana de San Juan de los Reyes el 23 de diciembre de ese mismo
año.
Con nuestro beato fueron martirizados los siguientes franciscanos:
Ángel Hernández-Ranera de Diego, Domingo Alonso de
Frutos, Martín Lozano Tello, Julián Navío Colado,
Benigno Prieto del Pozo, Marcelino Ovejero Gómez, José de
Vega Pedraza, José Álvarez Rodríguez, Santiago
Maté Calzada, Andrés Majadas Málaga, Alfonso
Sánchez Hernández-Ranera, Anastasio González
Rodríguez, Félix Maroto Moreno, Federico Herrera Bermejo,
Antonio Rodrigo Anton, Saturnino Río Rojo, Ramón Tejado
Librado, Vicente Majadas Málaga, Valentín Díez
Serna, Félix Gómez-Pinto Piñero, Perfecto
Carrascosa Santos.