BEATO VICENTE SOLER DE
SAN LUIS GONZAGA
15 de agosto
1936 d.C.
Natural de
Malón, Zaragoza. En su juventud ingresó en la Orden de
los Agustinos Recoletos, donde profesó el 15 de mayo de 1883 con
el nombre de fray Vicente de San Luis Gonzaga. Estrenó su
sacerdocio en Filipinas donde trabajó varios años en las
islas periféricas y sufrieron la persecución de la
independencia; presado como español por los insurgentes contra
España, estuvo preso hasta el año 1900, en que
quedó libre pudiendo reanudar su apostolado. Luego fue destinado
al Brasil.
En 1906 vuelve a España donde tiene diversos
cargos, entre ellos el de asistente de la provincia de Santo
Tomás de Villanueva, trabajando intensamente en la
predicación de la palabra de Dios y en la formación de
los jóvenes religiosos. Prestigiado dentro de la Orden por sus
magníficas cualidades y virtudes, fue elegido prior general en
1926, este último oficio lo aceptó a disgusto y
terminó por renunciar a él. Se retiró a Motril
donde continuó su apostolado y donde daba un espléndido
ejemplo de vida religiosa, teniéndolo los fieles por santo. Era
un religioso ejemplar, dotado de sentido social y amante de los
pobres. En Motril infundió nueva vida a los talleres de
Santa Rita, fundó el Círculo Católico de Obreros
(1914) y abrió una escuela nocturna. Tenía gran
devoción a María, a san José y al Corazón
de Jesús. Promovió la esclavitud mariana y las vocaciones
religiosas y sacerdotales. Escribió libros de índole
histórica, devocional o religiosa.
Cuando el 25 de julio de 1936 las turbas se apoderaron de
Motril y quemaron las iglesias y conventos, el P. Vicente buscó
refugio en casa de unos amigos, pero el día 29 fue descubierto,
arrestado y llevado a la cárcel. Aquí hizo vida de
intensa piedad, entregado por completo a la voluntad de Dios y a la
espera del martirio, ejercitando su ministerio sacerdotal a favor de
los otros presos. La noche del 14 de agosto lo sacaron con otros
dieciocho compañeros de prisión y los llevaron a las
tapias del cementerio donde a la una de la madrugada los fusilaron. El
P. Vicente estaba el décimo de la fila y fue dando la
absolución a sus compañeros conforme iban siendo
fusilados. Los demás fueron fusilados de espaldas pero a
él se le obligó a volverse de frente a sus verdugos. Fue
beatificado el 7 de marzo de 1999 por el Papa Juan Pablo II.