BEATO VICENTE ROBLES GOMEZ
1936 d.C.
28 de julio



   Durante la Guerra Civil española, entre los años 1936-1939, un grupo de Estudiantes misioneros, huyendo de nuestro Teologado de Zafra (Badajoz – España), buscó refugio en Ciudad Real, lugar que pareció entonces más seguro. Estando en aquella ciudad y ante el sombrío cariz que iba tomando la situación, los superiores de la Provincia de Bética entendieron que aquel lugar tampoco ofrecía las garantías de protección y amparo que en un principio parecía ofrecer. Y así, tras recibir unas falsas promesas de seguridad, determinaron trasladar a Madrid al grupo de Estudiantes refugiado allí.

Según los testigos de los hechos en la estación ferroviaria de Ciudad Real fueron reconocidos como religiosos, a pesar de su indumentaria seglar. En la primera parada del viaje, unos milicianos los obligaron a bajar del tren entre insultos y amenazas de muerte. Sus amenazas se hicieron realidad. Una vez en tierra, fueron colocados entre las vías de la estación de ferrocarril cercana a la población de Fernán Caballero. Alineados, entre la segunda y tercera vía, se efectuó la descarga que acabó con sus vidas. Entre los gritos de «¡Viva Cristo Rey, Viva el Corazón de María!» fueron martirizados nuestros Estudiantes bajo el fuego de los fusiles. Era el 28 de julio.

Los nombres de los 14 mártires claretianos que en Fernán Caballero (Ciudad Real) entregaron la vida por su fe, por su vocación y por Cristo son éstos: Tomás Cordero, Claudio López, Ángel López, Primitivo Berrocoso, Antonio Lasa, Vicente Robles, Melecio Pardo, Antonio María Orrego, Otilio del Amo, Cándido Catalán, Ángel Pérez, Abelardo García, Gabriel Barriopedro y Jesús Aníbal Gómez, este último de nacionalidad colombiana.

A ellos hay que añadir el Hno. Felipe González, que fue martirizado también en Fernán Caballero, en la puerta del cementerio, el 2 de octubre de 1936.

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Contexto histórico

Durante la Guerra Civil española, entre los años 1936-1939, se desató una persecución contra la Iglesia. Un gran número de laicos, religiosos, sacerdotes y obispos padecieron el martirio a causa de la fe. Nuestra Congregación también padeció en sus propios miembros y en número considerable de obras y de bienes la persecución antirreligiosa.

El Teologado de Zafra

Nuestro colegio Teologado de Zafra (Badajoz) estaba situado en una zona gobernada por grupos incontrolados de milicianos y milicianas. El día 15 de marzo de 1936 ya sufrieron un intento de asalto al Teologado en el que trataron de quemar la puerta de entrada. Tal evento llevó a los superiores a creer que había llegado un momento crítico y, para evitar males mayores, determinaron dispersar a los miembros de aquella comunidad formativa por las casas de Almendralejo, Don Benito y Ciudad Real, que ofrecían, al menos sobre el papel, garantías más contrastadas de seguridad.

El día 4 de mayo de 1936 ya estaban en Ciudad Real todos los llegados de Zafra. Eran en total 47 misioneros: ocho Padres, treinta Estudiantes y nueve Hermanos. De estos cuarenta y siete, veintisiete dieron su vida gloriosamente por Cristo. Ya se prepararon a ello en la vida ordinaria en aquella casa que no reunía las condiciones mínimas de habitabilidad para el numeroso grupo allá alojado por las circunstancias. A pesar de todas las incomodidades, trataron de mantener el ritmo normal de vida colegial, armonizado por el estudio, la oración, la recreación y el descanso.

El 18 de julio estalló la Guerra Civil española. Recibida la aciaga noticia, el grupo refugiado en Ciudad Real comprobó muy pronto que no estaban en el lugar más seguro para ellos. De hecho, a mediodía del día 24 del mismo mes y estando todos a la mesa del comedor, se presentó un grupo de quince hombres armados exigiendo el inmediato abandono de la casa.

Ante el cariz que tomaron los acontecimientos, se vio que lo más procedente era ordenar de nuevo la dispersión. La nueva huida no se pudo realizar, sin embargo, con la rapidez deseada. Hubieron de permanecer durante varios días encerrados en la propia casa, en la que recibieron continuas amenazas de muerte por grupos hostiles incontrolados. Mientras, se buscó con urgencia la forma de organizar la dispersión del modo más seguro posible.

Por fin, tras arduas negociaciones, se consiguieron unos salvoconductos con que trasladarse a Madrid con garantías de protección.

Se pudo formar el primer grupo que debía viajar desde Ciudad Real hacia Madrid. En principio, iban a ser solo ocho los elegidos; pero a ruegos de varios se aumentó el número hasta catorce: los catorce mártires de Fernán Caballero. Era el día 28 de julio. Vestidos todos con ropas seglares, para pasar más desapercibidos, se trasladaron a la estación de ferrocarril. Pero allí fueron reconocidos como frailes y se escucharon voces que pedían su muerte. Entonces, los milicianos los reunieron en una sala de la estación y los custodiaron hasta que llegó el tren. En este convoy llegaban milicianos de otras tierras que se dirigían a Madrid. Informados estos sobre el asunto de los frailes, se entabló una acalorada discusión entre los milicianos de Ciudad Real y los de fuera. Los primeros querían llevar a los jóvenes seminaristas hasta Madrid. Los milicianos recién llegados se empeñaban en fusilar a los frailes allí mismo. Finalmente, subieron en el vagón de cola los catorce seminaristas, y partieron vigilados de continuo por milicianos. En un momento del breve trayecto se les pidió la documentación. Este hecho ha desatado la especulación sobre alguna seña que en aquel salvoconducto delatara la condición de religioso de su portador. Pero quizá no fue necesario, puesto que viajaron ya señalados como frailes. Al llegar a la estación de Fernán Caballero, dos milicianos exigieron al maquinista que no emprendiese la marcha hasta nuevo aviso y otros se dirigieron a los misioneros ordenándoles: «¡Abajo! Vuestro viaje ha terminado».

Los colocaron entre la segunda y tercera vía de la estación y allí mismo, sin más avisos, se efectuó la fatídica descarga que acabó con sus vidas. Entre los gritos de «¡Viva Cristo Rey, Viva el Corazón de María!» fueron martirizados nuestros Estudiantes bajo el fuego de los fusiles. El resto de pasajeros del tren pudieron ser testigos del martirio por las ventanillas de los vagones. Algunos contaron que fueron obligados a mirar. Otros refirieron que hubo gritos de horror entre los pasajeros, pero también algún que otro comentario a favor del fusilamiento, puesto que «así debían hacer con todos los curas para que no quede uno» (3, p. 27). Diversidad de impresiones, pero una sola convicción general: el único motivo para matarlos fue su condición de religiosos.

Los nombres de aquellos 14 gloriosos mártires de Fernán Caballero, para perpetua memoria son éstos: Tomás Cordero, Claudio López, Ángel López, Primitivo Berrocoso, Antonio Lasa, Vicente Robles, Melecio Pardo, Antonio M. Orrego, Otilio del Amo, Cándido Catalán, Ángel Pérez, Abelardo García, Gabriel Barriopedro y Jesús Aníbal Gómez, este último de nacionalidad colombiana.

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(Parroquia San Martìn de Porres)