BEATO VALENTÍN
PALENCIA MARQUINA
1937 d.C.
15 de enero
Valentín Palencia Marquina
nace el 26 de julio de 1871. Hijo de Cipriano, de oficio zapatero, y de Victoria.
Bautizado en la parroquia de San Esteban el 27 de julio y confirmado en San
Nicolás el 9 de noviembre de 1871.
Fue acólito en la parroquia de Santiago (catedral). A
los 13 años comienza los estudios eclesiásticos en el Seminario
de San Jerónimo (Humanidades, Filosofía y Teología),
siempre de externo pro falta de medios económicos. Durante los diez
cursos, 1884-1894, obtiene notable de calificación media y dos años
obtuvo sobresaliente. Su párroco lo califica de «joven ejemplar,
aficionado a las cosas de la Iglesia, muy amante de los niños, a quienes
procura instruir y educar cristianamente».
El 1 de febrero de 1896 estrena su ministerio sacerdotal en
la parroquia de Susinos del Páramo hasta el año 1898, en que
inicia su actividad caritativa y social en la capital, recogiendo niños
huérfanos, marginados y desvalidos. Fue el cardenal Fray Gregorio
María Aguirre quien lo nombra director, capellán y profesor
del «Patronato de San José para la enseñanza y educación
de niños pobres», ubicado en la actual iglesia de San Esteban.
En dicho centro llegó a cobijar a 110 muchachos, 40 internos
y unos 60 o 70 externos, a los que ayudaba, también, en un comedor
de invierno. Soportaba horarios extenuantes con gran confianza en la Providencia.
Nutría su espiritualidad en el modelo del hogar de Nazaret, ofreciendo
a los más desprotegidos y con más futuro –los niños–
instrucción y afecto. A pesar de las carencias, nunca rechazó
a nadie en el Patronato. Su única exigencia es que fueran realmente
necesitados. En momentos de apuro repetía «San José no
me abandona». Los alumnos recordaban su amable trato y su gran estatura.
Dicen de él que «era misericordia».
Con constancia y una impresionante laboriosidad, va sorteando
dificultades y dando prestigio al colegio. En aprecio a don Andrés
Manjón se agrega a las Escuelas del Ave María, teniendo muy
arraigada la espiritualidad de la Sagrada Familia. Su secreto para poder
conducir a tantos niños era la pedagogía activa y una educación
en la responsabilidad. Procuraba que la instrucción fuese alegre para
hacer hombres de provecho y orientarles hacia el amor de Dios.
Dormía al lado de los niños, aseaba a los pequeños,
les enseñaba a rezar, a estudiar, a ejercitarse en oficios manuales
y jugaba con ellos. Soñaba con una escuela profesional, pero tuvo
que conformarse con un pequeño taller. Refuerza la instrucción
escolar con dibujo para la habilidad manual; teatro para educar en la expresión,
y música para refinar el espíritu. Tenía un coro y formó
una banda de música, actuando en conciertos y procesiones.
Fue capellán de la capilla del Santo Ecce Homo y San Enrique de la
catedral, así como hermano espiritual de la cofradía de Santa
Lucía y de la de San José del Círculo. Fundó,
en el Patronato, la cofradía de la Sagrada Familia. Con todo necesitado
fue en extremo dadivoso.
Por su labor humanitaria, el Gobierno le concedió en
1925 la Cruz de Beneficiencia con distintivo blanco. Se le incendia el edificio
y lo reconstruye a base de limosnas en menos de un año. Rechaza cargos,
silencia otro distintivo aún más significativo (19 de marzo
de 1927) y hace un testamento de profunda humildad: «La dicha por la
que siempre ha suspirado mi alma es dar mi vida por Él…»
En verano, a un grupo de sus músicos y a los niños
pequeños que no tenían dónde ir, los llevaba una temporada
de descanso a la playa de Suances, donde los recibía con gozo. Pero
el 18 de julio de 1936 se declaró la Guerra Civil. La iglesia fue
convertida en garaje y le prohibieron celebrar la misa a partir de la Asunción
de la Virgen (15 de agosto) teniendo que celebrar la eucaristía en
un rincón de su habitación, así seguía atendiendo
a los enfermos y llevando la comunión a las monjas Trinitarias. Un
alumno indisciplinado, por no haber recibido la propina de una peseta de
plata, lo acusó al Frente Popular de Torrelavega. La noche anterior
reservó una hostia consagrada para comulgar antes de que lo mataran.
Seis muchachos mayores fueron llamados a declarar y cuatro desearon
acompañarlo, entregando su vida por Cristo en el monte Tramalón
de Ruiloba (Cantabria) el 15 de enero de 1937. El ayuntamiento de Burgos,
al recibir la noticia, hizo constar en el acta el sentimiento de la Corporación
Municipal por la muerte «del virtuoso sacerdote y apóstol de
la caridad cristiana».
El 30 de septiembre de 2015, el Santo Padre Francisco autorizó
la promulgación del decreto reconociendo el martirio del Siervo de
Dios. Valentín Palencia Marquina y sus cuatro compañeros.