BEATO TOMÁS KOTEDA KIUNI Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
27 de noviembre
1619 d.C.



   Sus nombres son: beatos Bartolomé Xeki o Seki, Antonio Kimura, Juan Ivanango o Iwanaga, Alejo Nakamura, León Nacanisci o Nakanishi, Miguel Takescitasa Canghei o Takeshita, Matías Cozaka o Kozasa, Romano Matzuwoca Miwoca o Román Matsuoka Mio-ta, Matías Nacano Miwota o Nakano Miota y Juan Montajana o Motoyama.

   En la colina de Nagasaki, fueron degollados en este día, once cristianos pertenecientes a la alta sociedad nipona, miembros de la familia real de Firando, a quienes se les había arrestado por haber hospedado a los misioneros o por haber encontrado misioneros en sus casas, y como cristianos y como personas que conociendo la presencia de misioneros no los habían delatado como prescribían las leyes.

   Recayeron sobre ellos las medidas de pérdida de la libertad y de la pérdida de sus bienes, y el gobernador Gonrucú, intentó hacerles abjurar, pero no lo consiguió a pesar de que estuvieron detenidos dos años. Desde la cárcel, Alejo, en nombre de todos escribió una carta al provincial de los jesuítas asegurándole que persevarían en la fe y serían fieles a las enseñanzas recibidas por los misioneros.

   Este martirio fue una prueba de la penetración del cristianismo en las altas esferas de la sociedad japonesa por obra singularmente de los jesuitas. Pero estos mártires también habían estado en estrecho contacto con los dominicos, a los que algunos de ellos habían hospedado, y a cuya Cofradía del Santo Rosario, pertenecían algunos.

   Tomás Koteda Kiuni era natural de Firando. Miembro de la familia real japonesa de Firando, su familia era cristiana desde antiguo; fue educado por los jesuitas. Cuando llegó la persecución en 1614, voluntariamente y como desterrado fue a Nagasaki, donde llevó una vida de oración y penitencia hasta su arresto. Se dice que se pasaba las noches orando delante del sagrario. Era cofrade del Santo Rosario. Vistió sus mejores trajes para acudir al suplicio.

   Bartolomé Seki había nacido en Usuki, del reino de Bungo, y se había trasladado a vivir a Nagasaki. Había dado hospedaje a los sacerdotes. Cristiano fervoroso y cofrade del Rosario, se vistió sus mejores ropas para ir al martirio.

   Antonio Kimura, pariente del beato Leonardo Kimura, era de la familia real de Firando, y en su familia abundaban los cristianos. Tenía 23 años. Pariente del apóstata Feizó, su firmeza en sostener la religión hizo inevitable su condena a muerte. Al llegar al sitio del suplicio, preguntó al verdugo dónde había muerto su pariente Leonardo, y se dirigió allí, se arrodilló y lo besó devotamente. Hospedaba en su casa a los misioneros y era cofrade del Rosario.

   Juan Iwanaga era de Kinjiwa y tenía ya sesenta años. Cofrade del Rosario, había alojado misioneros, pero esto no se le pudo probar.

   Alejo Nakamura era del reino de Fingen y vecino de Nagasaki. Cofrade del Rosario y hospedador de misioneros, él fue quien escribió la carta citada de los mártires al provincial de los jesuítas. También se puso sus mejores vestidos para ir al martirio.

   León Nakanishi era originario de Amanguchi, pertenecía a la familia real de Firando y tenía 43 años. Se le acusó de no haber delatado la presencia de misioneros. Era cofrade del Rosario y había hospedado misioneros en su casa.

   Miguel Takeshita era natural de Nagasaki y tenía 25 años. Cristiano intachable y bondadoso, se le acusó de no haber delatado a los misioneros. Su cuerpo fue arrojado al mar y recuperado por los cristianos.

   Matías Kosaka era natural de Omura. Vistió él también sus mejores galas para el martirio.

   Román Matsuoka Mlota era natural de Omura. Cofrade del Rosario, se le achacó haber guardado silencio ante la presencia de misioneros en su vecindad, no habiéndosele podido probar que había hospedado a los sacerdotes. Su cuerpo también pudo ser recuperado.

   Matías Nakano era natural de Omura, fervoroso cristiano que, llegado el día del martirio, manifestó su alegría poniéndose su mejor traje.

   Juan Motoyama era del reino de Fingen. Era cofrade del Rosario y dio albergue en su casa a los misioneros. También su cuerpo, arrojado al mar, pudo ser recuperado por los cristianos. Fueron beatificados por Pío IX en 1867.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)