BEATO TOMÁS DE
COSTACCIARO
25 de marzo
1337 d.C.
Nació en el pequeño pueblo de Costacciaro, distante
alrededor de once kilómetros de Gubbio, en Umbría.
Todavía niño, su corazón se inclinaba por las
prácticas piadosas y su padre lo llevaba a la campiña a
visitar los santuarios y lugares de peregrinación.
Fue de esta manera
como conoció a los ermitaños camaldulenses de san
Romualdo, en su retiro de Sitria y, le atrajo de tal suerte esa manera
de vida, que obtuvo el consentimiento de su padre para entrar en esa
Orden.
Pasó varios
años entre ellos, pero añoraba mayor penitencia y vida
solitaria. Con el consentimiento del abad, tomó posesión
de una vieja cueva en Montecupo o Montecucco, que se suponía
haber estado habitada, en alguna ocasión, por San
Jerónimo.
Cuatro años
vivió en aquélla soledad y su manera de vida, como dice
su biógrafo, fue sólo conocida de Dios. Es cierto que
haya vivido de raíces y frutas silvestres, y que los fieles, no
sabiendo de su existencia, no pudieron proporcionarle alimentos, como
lo hacían con los otros ermitaños.
Por último,
accidentalmente fue descubierto por unos viajeros que se habían
extraviado en su camino. Sus penitencias y ayunos lo habían
dejado reducido a la piel y a los huesos y la gente piadosa le trajo
alimento y bebida, pero él no alteró su manera de vivir y
regaló todo a los pobres que se habían empezado a reunir
a su alrededor.
Varios jóvenes quisieron unirse a él y sujetarse a su
disciplina, pero no los ató con ninguna promesa y les
permitió discurrir libremente. Ellos atesoraron sus dichos y sus
milagros y uno de ellos, posteriormente, escribió su vida. Se
dice que Tomás murió agotado por las austeridades y
privaciones. Fue canonizado el 18 de marzo de 1778 por Pío
VI.