BEATO TITO BRANDSMA
26 de julio
1942 d.C.
Nació en Bolsward en Frisia, Holanda y se llamaba Anno Sjoerd.
Desde su niñez sintió la vocación religiosa, se
educó con los franciscanos pero ingresó en los
carmelitas: "El espíritu del Carmelo me ha fascinado". En 1899.
emitió sus votos religiosos, y desde entonces se entregó
de lleno a su sólida formación intelectual y dio
señales de su futura vocación: el periodismo.
Realizó sus estudios en los conventos de Boxmeer, Sendereen y
Oss. En 1905, fue ordenado sacerdote y al año siguiente
llegó a Roma para graduarse con gran brillantez en
Filosofía y Sociología y doctorarse en Filosofía
en 1909.
De regreso a su
patria, comenzó una labor que todos juzgarían de
extraordinaria. Fue nombrado regente de estudios de su Provincia. Era
casi imposible que fuera capaz de llevar tantas cosas y tan bien
llevadas: daba clases, escribía, predicaba, ayudaba a los
necesitados, no faltaba nunca a los actos de comunidad. Igual se le
veía con una escoba en la mano que dirigiendo la marcha de la
universidad católica de Nimega de la que fue rector. Era de
carácter apacible pero firme. Destacó por su fe viva, por
su inmensa confianza en el Señor y por su exquisita caridad.
Siempre estuvo dispuesto a ceder ante las ordenes de sus superiores,
aunque no comprendiera las razones que le daban. Alguien dijo de
él: "Es puro como un niño de primera comunión".…
En 1906, fundó la revista “Van Neerlands Carmel” y
en 1012, dirigió “Carmerozen”. Desempeñó el
cargo de redactor jefe del periódico “De Stat Oss”.
Colaboró en la traducción al holandés y la
edición de las obras completas de Santa Teresa de Jesús.
A los 44 años,
fundó la Unión de Escuelas Católicas y fue su
presidente hasta su muerte. Periodista profesional, a sus 54
años, fue nombrado consejero eclesiástico de los
periodistas católicos de Holanda. Fundó el Instituto de
Mística. Visitó diversos países: Brasil, Irlanda,
Estados Unidos, España, con el fin de estudiar los textos de
santa Teresa y las relaciones con la espiritualidad española y
la holandesa.
Cuando en 1940,
Holanda fue invadida por los nazis se levantó su voz contra
ellos por su fe, su amor a la libertad, su amor a los judíos, y
el respeto de los derechos humanos y para ello escribió en “De Gelderlander” diversos
artículos contra el nazismo. Se negó, en calidad de
presidente de la asociación de escuelas secundarias
católicas y capellán de los periodistas católicos,
a cerrar las escuelas confesionales a los estudiantes judíos y a
publicar en la prensa la propaganda nazi.
Fue arrestado en 1942, en el convento de Nimega y conducido a la
cárcel de Scheveningen, en La Haya, y desde allí
escribió una defensa de la Iglesia un diario que tituló “Mi
celda” y otros textos. Luego fue trasladado a la
cárcel de Amersfoort, Holanda, donde trabajó como
leñador y pelador de patatas durante todo el día, bajo
las torturas de sus guardianes. Sufrió disentería con
hemorragias, y fue enviado a la enfermería donde ayudaba a todos
con heroica caridad. Se reunía con los presos y hacían
tertulias religiosas, literarias. Fue trasladado de nuevo a
Scheveningen, para recibir nuevo interrogatorios y luego le condujeron
al campo de concentración de Dachau, en Alemania, pero antes
pasó por la prisión de Kleve, Alemania, donde
sufrió una agonía espiritual, atormentado por las dudas
acerca de lo acertado de su conducta y de cuál era la voluntad
de Dios. En el campo de Dachau, sufrió todo tipo de tormentos,
por los terribles trabajos que tuvo que realizar; fue trasladado a
enfermería y fue sometido al experimento de los flemones
artificiales. Entre humillaciones y sufrimientos sin fin, murió
asesinado con una inyección de ácido fénico. La
enfermera que lo mató había sido educada católica,
pero había abandonado la fe. Preparándose para la muerte,
el padre Tito le dio su rosario. Ella le dijo que había olvidado
las oraciones, pero él le dijo que podría de todos modos
decir las últimas palabras: “Ruega por nosotros pecadores”.
Pasada la guerra, ella no sólo volvió a la Iglesia, sino
que habló en el proceso de beatificación. Su cuerpo fue
incinerado en el horno crematorio y sus cenizas arrojadas a la fosa
común. Fue beatificado el 3 de noviembre de 1985 por San
Juan Pablo II.