El papa no tiene ningún tesoro fabuloso, que pueda vender para
ayudar a los pobres. Lo que tiene, es una colección de obras de
arte, acumulada durante siglos y puesta en los museos para deleite y
provecho cultural de todo el que lo quiera.
Si se vendiera, podría caer en las manos de particulares que se
aprovecharían para su propio beneficio, causando un enorme
daño a la cultura general de los pueblos. Este aspecto
representa una de las manifestaciones del complejo de inferioridad que
tienen los dirigentes de las sectas con relación a los
dirigentes católicos.
Ellos andan siempre hambrientos de dinero y nunca se cansan de pedirlo a su gente bajo forma de diezmo, limosna y ofrenda. Y ahora para defenderse dicen: «El papa es muy rico; tiene un fabuloso tesoro; mientras nosotros somos muy pobres a imitación de Cristo».