BEATO SIMÓN
FIDATI DE CASCIA
2 de febrero
1348 d.C.
Nació en Cascia, Italia, perteneciente a la familia Fidati.
Después de un breve interés por la literatura profana y,
en particular, tras el conocimiento de la figura y doctrina del
franciscano espiritual Ángel Clareno, vistió joven el
hábito agustiniano.
Con gran
ilusión se dedicó a las ciencias naturales físicas
y químicas pero aconsejado por una persona de bien, mudó
de propósito y se dedicó a la ciencia de la gracia. Durante toda su
vida se consagró a la predicación, especialmente en
tierra toscana. Fue un gran predicador y unos de los mejores maestros
de vida espiritual de su tiempo en Italia. Censor franco y denodado de
pecadores habituales, su severidad se extendía también a
cuantos buscaban su compañía o su amistad, a quienes a
veces trataba con aspereza. A pesar de ello su palabra, llena de ardor
y pasión, fascinaba siempre al auditorio.
Y no fue menos
apreciado como escritor, quehacer al que dedicaba gran parte de las
noches según testimonio de fray Juan de Salerno, que
vivió a su lado cerca de diecisiete años. En la
más popular de sus obras, la titulada "L’ordine della vita
cristiana", en los orígenes del italiano vulgar, hace una
vigorosa llamada al seguimiento e imitación de Cristo, un ideal
propuesto con amplitud en su obra maestra "De gestis Domini
Salvatoris".
A propósito de
esta última obra se cuenta cómo en una ocasión,
mientras proyectaba la conveniencia y el modo de redactarla, se le
habría aparecido el Señor bajo las apariencias de un
joven que le invitaba a beber el cáliz que llevaba en sus manos.
Simón lo probó y “la dulzura de esta bebida le
quedó grabada durante el resto de su existencia, haciendo que le
pareciera insípido cualquier otro alimento; y a
continuación comenzó a escribir la referida vida del
Salvador”. Especial mención merece también su "Epistolario",
ya que es precisamente en sus cartas donde se documenta la actividad de
Simón como director de espíritus, en contacto con
personas de todo tipo y categoría social.
En su pensamiento,
aparece cierta proximidad a las doctrinas de Clareno, pero, a
diferencia de éste, supo evitar los extremismos. Es posible que
Lutero conociese la obra de Fidati. No obstante, como es obvio,
reflexiones sueltas o fragmentos de textos al margen de su contexto no
autoriza en modo alguno a incluirlo entre los precursores del
Reformador. Lo que resulta cierto es que lo mismo como predicador que
como escritor influyó notablemente en la vida pública de
su tiempo, a pesar de su vivir esquivo, con el continuo anhelo de la
soledad, dedicado preferentemente a la oración y al estudio. En
esta línea se explica su total rechazo a cualquier cargo de
gobierno.
Promotor de la
sencillez y abnegación evangélicas, procuró eludir
cargos, títulos y prelaturas. Lleno de sinceridad, fue un
desvelador de dobleces y reticencias. Amante de la soledad
contemplativa, fue un incansable apóstol movido siempre por la
obediencia. La obediencia ante todo, decía, siempre que no se
oponga a la caridad. La obediencia de la Orden y la comunidad de
sincero amor para con los hermanos le mantuvieron firme en su
vocación en medio de muchas pruebas. Formar a Cristo en todos
fue el motivo inspirador de su vida.
Víctima de “la gran peste” que asoló Europa, murió
en Florencia. Sus restos, que no tardaron en ser trasladados al templo
de San Agustín de Casia, y de allí, en 1810, a la iglesia
de la Beata Rita, hoy reposan en la basílica de la Santa. Tiene
culto local.