SILVESTRE II
999-1003 d.C.
Gerbert
d'Aurillac, el primer Papa francés y uno de los grandes sabios
de su tiempo, había estudiado en Córdoba y Sevilla, con
los árabes, astronomía, ciencias naturales,
filosofía y metaméticas. Fue Obispo de Ravena. Vivio
excelentes relaciones con Otón III, y hasta consiguió
influenciarle e inspirarle en su política. El emperador, de
refinada cultura, se había establecido en Roma
después de construirse un palacio en el monte Aventino. Era un
entusiasta de la cultura clásica y de la idea imperial.
Soñaba con realizar una alianza de los pueblos, bajo la
soberanía del Papa y emperador, y llevado por su ferviente
admiración por las glorias pasadas se hacía llamar
"emperador de los romanos".
Las misiones entre los escandinavos, los eslavos y
los húngaros conseguían apreciables éxitos. El rey
Esteban de Hungría fue coronado como rey católico. Una
revolución inspirada por un descendiente de crescensio
obligó al Papa y al emperador a salir de Roma. En 1002
Otón III falleció en su residencia de Paterno, situada en
las laderas del monte Soracte, cantado por Virgilio, cerca de Roma. Con
la ayuda del nuevo emperador, Enrique II, Silvestre pudo volver a Roma.
Una fantástica leyenda nació en torno a su extraña
figura. Un sabio como él tenía que despertar curiosidad
en un mundo en el que la sabiduría, después de la noche
que había envuelto a Italia durante las invasiones
bárbaras, se confundía con la brujería. Su figura,
según se dice, sirvió de modelo para el doctor Fausto,
cuyo mito inspiró a Marlowe y a Goethe.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)