BEATA SERAFINA SFORZA
1478 d.C.
8 de septiembre
Serafina
Sforza pertenece a la ilustre familia de los condes de Montefeltro.
Nació en Urbino, última hija de Guido Antonio y Catalina
Colonna, sobrina del Papa Martín V. En 1438 murió su
madre y cinco años más tarde también su padre.
Permaneció por un tiempo en Urbino, primero bajo la tutela de su
hermano Odantonio, y después de la trágica muerte de
éste, bajo la de su hermanastro Federico.
En marzo de 1446 abandonó su ciudad natal y por un
año vivió en Roma, al lado de su tío el cardenal
Próspero Colonna, quien organizó el matrimonio de su muy
joven sobrina con un cuarentón, Alejandro Sforza, señor
de Pésaro, con quien Serafina casó el 9 de enero de 1448.
Al quedar muy pronto sola por la partida de su esposo
llamado por sus compromisos militares a la guerra de Lombardía,
Serafina debió sufrir enormes dificultades a causa de
desconfianzas y calumnias propaladas contra ella. Alejandro Sforza en
un cierto momento quiso desembarazarse de ella intentando varias veces
envenenarla; una noche inclusive trató de estrangularla. De nada
valió la defensa que sus parientes hicieron de ella, fue
obligada por su marido y su cuñado el Duque de Milán, a
ingresar en el convento del Corpus Christi de las clarisas, en
Pésaro, donde, obtenida la necesaria dispensa del Papa Calixto
III, hizo su profesión religiosa a fines de agosto de 1457,
tomando el nombre de sor Serafina.
En el monasterio del Corpus Christi pasó
veintiún años, durante los cuales fue de
edificación para sus cohermanas en la práctica de las
virtudes cristianas, en la caridad para con Dios y el prójimo,
en la humildad, en la asistencia a las enfermas y en la rígida
pobreza. En 1475, por voto unánime, fue elegida abadesa. En los
últimos años de su vida tuvo la inmensa alegría de
ver la conversión de su marido. Este, arrepentido de sus
descarríos y de cuanto la había hecho sufrir, le
pidió humildemente perdón de todo, reconociendo sus
errores. En los varios encuentros con ella en el monasterio,
echó las bases de una nueva vida verdaderamente cristiana, en la
oración, en la íntima unión con Dios, en el
cumplimiento de sus deberes. Serafina sobrevivió a su marido
cinco años. Murió ella en su monasterio de Pésaro
a la edad de 44 años. Fue llorada por sus clarisas y por toda la
ciudad, que la tuvieron y veneraron como santa. Su culto local fue
aprobado por el Papa Benedicto XIV, en 1754.