BEATO SEBASTIÁN
DE APARICIO
25 de febrero
1600 d.C.
Nació
en La Gudiña, Orense. Se hizo bracero en Zafra, y luego lacayo
de un gentilhombre de Salamanca; después trabajó en la
agricultura en Sanlúcar de Barrameda. En 1533, huyó a
Méjico por el acoso que sufría de las mujeres; se
estableció en Puebla de los Ángeles, aquí
trabajó construyendo carreteras y dirigiendo el servicio de
correos entre la ciudad de Méjico y Zacatecas. También se
dedicó a domar novillos salvajes y estableció una flota
de transporte entre Veracruz, Méjico y Puebla, que fue la
primera industria de este tipo en América. Se convirtió
en el hombre más rico del país, y su casa se
convirtió en refugio de todas las necesidades del
prójimo, el hospedaje de los menesterosos.
Se casó
dos veces, ya anciano con el propósito de ayudar a sus esposas y
con la promesa explícita de castidad, y a la muerte de su
última mujer, en 1573, donó sus bienes a las clarisas del
monasterio de Méjico y se puso a su servicio como
doméstico y sacristán. En 1576, ingresó como
franciscano lego en Puebla de los Ángeles, o, según otros
autores, en el convento de San Francisco de Méjico, no sin
grandes dificultades ya que era bastante anciano. Fue enviado al
convento de Tecali, donde hizo todos los oficios. Los últimos 20
años de su vida se dedicó a recoger limosnas para la
comunidad; murió centenario después de haber practicado
las virtudes de la sencillez, la humildad y la austeridad. Muchas de
las autopistas de Méjico, incluyendo la que va de Ciudad de
Méjico a Zacatecas, siguen la misma ruta que la carretera
original de Sebastián. En Méjico se le conoce como el
“fraile carretero”. Fue beatificado el 7 de mayo de 1789 por
Pío VI.