SAN ZÓSIMO DE
SIRACUSA
30 de marzo
660 d.C.
Los
padres del santo fueron terratenientes sicilianos, que dedicaron a su
pequeño hijo al servicio de Santa Lucía y lo colocaron, a
la edad de siete años, en un monasterio que llevaba el nombre de
la santa, cerca de su hogar. Allí su principal ocupación
fue la de cuidar las reliquias de la santa, tarea que no iba con la
manera de ser del niño acostumbrado a la vida de campo, llegando
a escapar del convento, pues tuvo un fuerte deseo de ir a ver a sus
padres; con lo cual, abandonando su puesto, sin permiso de sus
superiores, fue a verlos, pero éstos se disgustaron y se lo
dijeron al abad, el cual fue comprensivo con el deseo ferviente del
joven. Pero su vocación comenzó a fallar, pero se le
apareció santa Lucia en sueños y le corrigió su
inconstancia. Desde ese día, fue un monje modelo, entregado a la
oración y a la penitencia.
Durante 30 años
vivió casi olvidado; al morir el abad de Santa Lucía,
recayó en el obispo de Siracusa designar al nuevo abad, quien
eligió a Zósimo, siendo ordenado luego unos días
después como sacerdote. El santo gobernó el monasterio
con tal sabiduría, amor y prudencia que superó a todos
sus predecesores y a todos sus antecesores.
Cuando la sede de Siracusa quedó vacante, el Papa Teodoro
designó a Zósimo y lo consagró. Durante su
episcopado, el santo fue notable por su celo en la enseñanza del
pueblo y por su generosidad con los pobres. San Zósimo
murió a la edad de 90 años.