SAN UBERTO DE TONGRES
3 de noviembre
727 d.C.
San
Uberto, Obispo de Tongres. «Dios llamó a su servicio a san
Huberto y lo apartó de la vida mundana en forma extraordinaria.
Desgraciadamente, los relatos populares, plagados de contradicciones,
han oscurecido las circunstancias de esa vocación, de suerte que
no poseemos datos ciertos sobre la vida del santo sino hasta que
empezó a servir a la Iglesia, bajo el gobierno de san Lamberto,
obispo de Maestricht». La «forma extraordinaria»
sobre la que Alban Butler habla con tan encomiable reserva, fue la
siguiente: Huberto, que era muy aficionado a la caza, salió a
perseguir a un ciervo un Viernes Santo, cuando todos estaban en la
iglesia. En un claro del bosque el animal se volvió, y Huberto
pudo ver que llevaba un crucifijo entre los cuernos. Al punto se
detuvo, lleno de estupor y oyó una voz que le decía:
«Huberto, si no vuelves hacia Dios, caerás en el
infierno». El santo cayó de rodillas, preguntando
qué era lo que debía hacer y la voz le dijo que fuese en
busca del obispo de Maestricht, Lamberto, quien se encargaría de
guiarle. Como se ve, esta leyenda coincide exactamente con la de la
conversión de san
Eustaquio.
Como quiera que haya ocurrido su conversión, el
hecho es que Huberto entró a servir a san Lamberto y fue ordenado sacerdote.
Cuando el obispo fue asesinado en Lieja, hacia el año 705,
Huberto le sucedió en el gobierno de la diócesis. Algunos
años más tarde, trasladó los restos de san
Lamberto de Maestricht a Lieja, que no era entonces más que un
pueblecito sin importancia, a orillas del Mosa. San Huberto
depositó las reliquias del mártir en una iglesia que
él mismo había construido en el sitio del martirio, y
estableció ahi su catedral. Hasta entonces, la cabecera de la
diócesis había sido Maestricht. Por ello se venera a san
Lamberto como principal patrono de la misma y a san Huberto como
fundador de la ciudad y de la catedral y como primer obispo de la nueva
sede.
En aquella época, los bosques de las Ardenas se
extendían desde el Mosa hasta el Rin y, en algunos sitios, el
Evangelio no había echado todavía raíces. San
Huberto penetró hasta los rincones más remotos e
inhospitalarios de la región y abolió el culto de los
ídolos. En su ministerio apostólico Dios le
concedió el don de milagros. Su biógrafo cuenta que el
día de rogativas el santo obispo partió de Maestricht, en
procesión, por los campos y poblados, acompañado por el
clero y la multitud. Encabezaban la procesión, según la
costumbre, el estandarte de la cruz y las reliquias de los santos y
todos sus integrantes cantaban las letanías. Una posesa
interrumpió súbitamente aquella procesión, pero
san Huberto le ordenó que guardase silencio y la curó al
hacer sobre ella la señal de la cruz. Se cuenta que san Huberto
tuvo una premonición de su muerte y que vio la gloria que le
esperaba. Un año más tarde, fue a Brabante a consagrar
una iglesia. Inmediatamente después, cayó enfermo en
Tervueren, cerca de Bruselas. Murió apaciblemente seis
días más tarde, el 30 de mayo de 727. Su cuerpo fue
trasladado a Lieja y sepultado en la iglesia de San Pedro. El
año 825, fue trasladado a la abadía de Andain, que
tomó entonces el nombre del santo, cerca de la frontera de
Luxemburgo, en las Ardenas. Probablemente las reliquias fueron
trasladadas a Lieja un 3 de noviembre, dieciséis años
después de su muerte, ya que en esa fecha se celebraba
antiguamente su fiesta. san Huberto y san Eustaquio son los patronos de
los cazadores. Se invoca también a san Huberto contra la
hidrofobia.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)