SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
23 de marzo
1606 d.C.



   Toribio Alfonso nació en Mayorga de Campos (León), en el seno de una familia de hidalgos. Estudió Artes y Derecho en Valladolid, de ahí a Salamanca. En 1568, se fue a vivir a  Coimbra con un tío canónigo, y después regresó a Salamanca. Peregrinó a pie a Santiago de Compostela. Consiguió una beca de colegial en San Salvador de Oviedo y allí estuvo, simple tonsurado. En 1574, a sus 36 años, el rey le nombró Inquisidor mayor de Granada, donde fue tenido como un padre y consejero, durante cinco años. No le importó que los rigoristas le llamasen encubridor. En 1577, le nombraron presidente del Santo Oficio.

   Pizarro hacía poco que había conquistado el Perú, y Felipe II decidió nombrar un obispo para aquella tierras y pensó en Toribio, pues su prestigio llegó a tanto que, todavía seglar, fue considerado como la persona más apta para ser arzobispo de Lima. Durante un trimestre, vencidas las dudas, aceptó el sacerdocio como una misión (1578). Fue recibiendo, una a una, las ordenes menores y el subdiaconado. En 1579, le llegó el nombramiento consistorial. Fue ordenado diácono y sacerdote. Visitó su pueblo natal. En 1580, fue consagrado obispo en Sevilla; y marchó a Perú. Lima tenía jurisdicción en los países que se extendían entre Panamá y Río de la Plata. Su diócesis ocupaba 520 kms. en la costa del Pacífico. A su gobierno fue asociada una provincia eclesiástica que, desde Nicaragua, llegaba hasta Paraguay.

   Desde 1581, será, como arzobispo de Lima, el organizador de la Iglesia en América, y fiel ejecutor de las decisiones del concilio de Trento. Recorrió 40.000 kms. a pie o en cabalgadura; administraba por su propia mano miles de bautismos y confirmaciones, aprendió varias lenguas indígenas. Celebró 10 concilios diocesanos y tres provinciales; con una legislación adaptada que unida a la de Méjico, creó la base disciplinar eclesiástica de América hispana en el III Concilio provincial de Lima en el que se instaba a los párrocos a “ser pastores y no matarifes” y cuidaran de forma especial, amorosa y cristiana a los indios. Apoyó a sus misioneros, promocionó a sus diocesanos, sin discriminación alguna y los forma solidamente en espíritu y ciencia. Publicó un catecismo en castellano, quechua y aimará, y en dos niveles (mayor y menor). Serviría durante siglos para la catequesis parroquial.

   Fundó numerosas iglesias, hospitales, seminarios, pero nunca consintió que su propio nombre fuera recordado en ninguna de sus fundaciones. Realizó tres visitas apostólicas a su diócesis, la primera duró 7 años, en la segunda, empleó cuatro y en la tercera fue más corta. Aprendió varios idiomas nativos con tal de hablarles a los indios en su lengua respectiva. Durante el IV concilio provincial (1591-1593) fundó el seminario diocesano, que fue el primero de toda América. Había dicho: “El tiempo no es nuestro. Tendremos que dar cuenta de él”. Murió en pleno trabajo en la comunidad indígena de Santiago de Miraflores, en el valle de Pascamayo, cerca del río Saña, cuando realizaba su tercera visita diocesana, a pesar de las denuncias que recibió por no estar mucho tiempo en su sede.

   Apóstol del Perú. Fue beatificado en 1679 por Inocencio XI y canonizado en 1726 por Benedicto XIII. En 1983 Juan Pablo II lo proclamó Patrono del Episcopado latinoamericano. Patrón de Perú y de Lima.

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(Parroquia San Martín de Porres)