SANTO TOMÁS MORO
22 de junio
1535 d.C.
Nació en Londres, su padre era juez de Derecho común.
Estudió en Canterbury Hall en Oxford y enseño Derecho en
Inns of Court; en el 1501, ingresó en el colegio de abogados. Se
planteó hacerse cartujo o sacerdote diocesano, pero
terminó prefiriendo “ser un fiel marido antes que un sacerdote
infiel”. En 1504 se casó con Jane Colt, con la que
tendría cuatro hijos. Muerta su esposa en 1511, se casó
por segunda vez con Alice Middleton, viuda y madre de una hija. Fue
padre de familia numerosa, rico, gran señor, enamorado ferviente
del arte y la cultura, experto en leyes, político y estadista, y
admirador de Pico della Mirándola, de quien escribió su
biografía, y de los Santos Padres y santo Tomás de
Aquino. Muy amigo de Erasmo de Rótterdam, que le dedicó “El
Elogio de la locura”. Fue uno de los hombres más cultos de
su época. Escribió “La Utopía” (1516),
que es uno de los textos paradigmáticos de la filosofía
política, en dialéctica con el contemporáneo “El
príncipe” de Macchiavelli.
En 1510 fue miembro del primer parlamento de Enrique VIII, y en 1515
fue agregado comercial de la embajada de Flandes. En 1517 fue nombrado
miembro del Consejo Real. Tuvo que acompañar a la familia real
de palacio en palacio, lo que le obligó a ausencias penosas de
su hogar. En 1521 fue vicetesorero, en 1523 “speaker” de la
Cámara de los Comunes, y en 1525 canciller del ducado de
Lancaster y además mayordomo de ambas univesidades.
Después de haber contribuido al éxito diplomático
de la paz de Cambrai (1529) gozó del favor de Enrique VIII, y
tras la caída del cardenal Wolsey, le sucedió en 1529, en
el cargo de lord canciller. Ayudó al rey en su oposición
a Lutero, y escribió el libro “Diálogo sobre las
Herejías” y su “Apologia”. Se encontró
con la imposibilidad de sostener el divorcio del rey con Catalina de
Aragón y, cuando en 1531, Enrique VIII adoptó el
título de jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra,
renunció a su cargo y, cuando se negó al juramento de
supremacía fue encarcelado en la Torre de Londres,
desposeído de su fortuna, escribió “Diálogo de
la fortaleza contra la tribulación”. Fue decapitado 15 meses
más tarde en la plaza londinense de Tyburn.
Sus últimos momentos tuvieron la ironía graciosa que
conceden los mártires. Cuando fue a subir al cadalso le dijo
gentilmente al verdugo: "Sir, ¿quisiera ayudarme a subir? Para
bajar pensaré solo". Dirigiéndose al mismo verdugo, le
dijo: "Coraje amigo mío, no tengas miedo. Sobre todo recuerda
que tengo el cuello corto. Pon atención, ¡va tu honor!" y
luego al poner la cabeza en el cepo, la alzó para acomodarse la
barba y dijo: "esta no ha traicionado, por lo tanto no debe cortarse".
Murió sin rencor. "Orad a Dios por el rey, para que lo ilumine y
lo inspire". Murió nueve días después del cardenal
san Juan Fisher (aunque le dijeron que éste había jurado). Fueron canonizados el 19 de mayo de 1935
por el Papa Pío XI.