SANTOS QUIRICO Y JULITA
16 de junio
304 d.C.
Quirico era un niño prodigio que fue mártir a los tres
años, en Cilicia, junto con su madre Julita, matrona cristiana
de Iconío. Unos dicen que era de Antioquía de Siria, y
otros que era de Tarso de Cilicia. Se dice que mientras a su madre la
martirizaba, él también confesaba que era cristiano, con
lo cual el prefecto le cogió por los pies, y los estampó
contra la pared destrozándole el cráneo, durante la
persecución de Diocleciano.
Su nombre es una forma alterada de “Syr” (Syrus), que es una
denominación genérica que se usaba en las Galias para
nombrar a todos los extranjeros venidos de Oriente, en especial, de
Siria.
Las
«Actas de Ciríaco y Julita» fueron proscritas en el
decreto de Pseudo-Gelasio en relación con los libros que no
debían ser leídos y, a pesar de que esta ordenanza no
procedía del Papa San Gelasio, llega hasta nosotros
revestida con la autoridad de su antigüedad y de haber sido
generalmente aceptada. El padre Delehaye favorece la opinión de
que Ciríaco fue el verdadero mártir y el personaje
central de la leyenda fabricada posteriormente. Tal vez procedía
de Antioquía, como se afirma en el Hieronymianum, pero lo
cierto es que su nombre aparece solo y no unido al de Julita en muchas
inscripciones y dedicatorias de iglesias y lugares diversos, en toda
Europa y el Cercano Oriente. Las muy diversas formas en que se ha
conservado la leyenda hasta nuestros días, son un testimonio de
su popularidad.
De Julita se piensa que es la misma santa de
Cornualles llamada Juliot. Se piensa que era de sangre real, nieta de
reyes y que poseía muchas riquezas, pero las repartió
entre los pobres, antes de huir con su hijo, tras la
persecución; sufrió martirio durante la
persecución de Diocleciano, junto a su hijo Quirico o Ciro. Se
negó a ofrecer sacrificios a los dioses y después de
atormentarles los decapitaron.