SANTOS NICANDRO Y
MARCIANO
17 de jnio
304 d.C.
Soldados,
que fueron apresados en Mesia, es decir en la actual Bulgaria, de donde
eran originarios. Cuando se proclamaron los edictos contra los
cristianos, durante la persecución de Diocleciano, y, como ambos
lo eran, renunciaron a la carrera militar. Su renuncia fue considerada
como una deserción y, los dos soldados, perseguidos como
criminales, fueron aprehendidos y llevados ante Máximo, el
gobernador de la provincia.
Daría, la esposa de Nicandro, presente en el proceso, se
dirigió a su esposo para alentarlo, pero Máximo la
interrumpió bruscamente. «¡Calla, mujer malvada!, le
dijo. ¿Por qué te empeñas en que muera tu
marido?». «Yo no deseo su muerte, replicó
Daría, sino que viva en Dios para que nunca muera». El
magistrado desvirtuó el sentido de las palabras de la mujer e
insinuó que, en realidad, Daría buscaba la manera de
deshacerse de Nicandro para tomar otro marido. «Si eso es lo que
sospechas, dijo indignada; manda que me maten a mí
primero».
Máximo le propuso a Nicandro abjurar de su fe para
salvar la vida, a lo que nuestro mártir respondió:
«Deseo la vida que es inmortal, no la pasajera existencia en este
mundo. A ti te entrego voluntariamente mi cuerpo; haz con él lo
que te plazca. ¡Soy cristiano!». «¿Y
qué dices tú a todo esto, Marciano?»,
inquirió el juez dirigiéndose al otro acusado. Marciano
declaró que su opinión era enteramente igual a la de su
compañero de armas. Entonces Máximo, exasperado,
mandó que los dos reos fuesen arrojados a un calabozo y
suspendió la sesión. Veinte días pasaron los dos
soldados en un agujero estrecho sin aire ni luz, del que fueron sacados
para comparecer de nuevo ante el gobernador. Los mártires se
negaron obedecer el edicto imperial y el gobernador declaró que
estaba obligado a obedecer las órdenes del emperador y
pidió disculpas a los reos por tener que condenarles a morir
decapitados. Los mártires expresaron su gratitud con estas
palabras: «La paz sea contigo, juez clemente».
Marcharon alegremente al lugar de la ejecución;
entonando a coro alabanzas al Señor. Detrás del cortejo
iba Daría, la esposa de Nicandro y el hijo pequeño de
éste en los brazos de Papiniano, hermano del mártir san
Pasicrates. También la esposa de Marciano, que era pagana,
seguía al cortejo, pero ella no mantenía la misma
serenidad de los demás, antes bien gemía y se mesaba los
cabellos con desesperación y le presentó a su hijo para
que apostatase, pero él la hizo alejar, pues de no hacerlo
hubiera terminado renegando. El verdugo cubrió los ojos de los
dos reos arrodillados y, con certeros golpes de su espada, les
cortó la cabeza. Era un 17 de junio, según se afirma en
las «actas» de estos mártires.