Durante
los dos años que había durado ya la persecución de
Valeriano, muchos cristianos habían alcanzado la corona del
martirio, como san Cipriano, en septiembre del año 258. El
procónsul Galerio Máximo, que le había condenado,
murió poco después, pero el procurador Solón
llevó adelante la persecución. En Cartago, el pueblo se
levantó contra él, pero la insurreCción fue
sofocada en sangre. En vez de tratar de descubrir a los verdaderos
culpables, Solón se vengó en los cristianos, haciendo
prisioneros a ocho discípulos de san Cipriano, casi todos
clérigos. Sus Actas son auténticas y redactadas por
testimonios oculares. Esta es la historia de su martirio:
Donaciano: era catecúmeno y que fue bautizado en prisión,
murió rápidamente en la cárcel.