SANTOS FESTO Y
DESIDERIO
305 d.C.
7 de septiembre
Durante la
persecución de Diocleciano, el obispo de Benevento, san Jenaro,
se encontraba en Pozzuoli de incógnito para no ser reconocido
por los paganos, que entonces iban en gran número a consultar a
la sibila Cumana, que residía en la cercana Cuma.
Pero a pesar de todo su presencia era conocida por los
cristianos de la zona, porque el diácono de Miseno san Sosio,
acompañado por el diácono Festo y por el lector
Desiderio, lo visitaban muchas veces con gran cautela. Los paganos
reconocieron a Sosio como cristiano y lo denunciaron al juez Drogoncio;
fue capturado, y condenado a ser despedazado por un oso en el
anfiteatro de Pozzuoli.
El obispo San Jenaro, Festo y Desiderio, al conocer
el arresto, y a pesar del riesgo que corrían visitaron a Sosio
para confortarlo; también fueron descubiertos, confesaron que
eran cristianos y fueron conducidos ante el juez Dragoncio, el cual
viendo su negativa a abjurar, los condenó a la misma pena que
Sosio. No se sabe por qué, pero la sentencia “ad bestias” fue
conmutada por el mismo juez, por la decapitación para todos.
Ante esta sentencia, el diácono san Próculo y los laicos
cristianos santos Eutiquio y Acucio, protestaron vivamente contra la
sentencia, mientras los mártires iban conducidos al suplicio;
con la facilidad y el fanatismo de entonces, fueron también
apresados y condenados a la misma pena y fueron decapitados en el Foro
Vulcano, en Solfatara. Los cuerpos de Festo y Desiderio están
sepultados en la abadía de Montevergine.