SANTO DOMINGO SAVIO
9 de marzo
1857 d.C.
Su
biografía la escribió el propio san Juan Bosco.
Nació en San Giovanni di Riva cerca de Chieri, Turín, en
el seno de una familia cristiana; su padre era herrero. El día
de su primera comunión, en Castelnuovo, hizo un propósito
que cumplió durante toda su vida: "Me confesaré con
frecuencia y comulgaré siempre que me lo permita el confesor.
Quiero santificar los días de fiesta. Mis amigos serán
Jesús y María. Antes morir que pecar". Vivía en
Murialdo, y la escuela estaba en Castelnuovo, a cuatro kms. A pesar de
ello decidió ir a la escuela, haciendo el recorrido dos veces al
día, a pie, a pesar de sus diez años. A los 12
años su padre se lo presentó a san Juan Bosco.
-”¿Para qué puede servir esta tela? preguntó
Domingo. -Para hacer un buen traje y regalárselo a Nuestro
Señor, respondió san Juan Bosco. -Entendido. Pues yo soy
la tela y usted el sastre: hagamos ese traje". Y de este modo
entró Domingo en el colegio salesiano de Valdocco donde fue un
aficionado a los deportes y a la música: tenía una voz
excelente.
Oyó un
día decir a don Bosco: "Es voluntad de Dios que todos seamos
santos. Es fácil hacerse santos, pues nunca falta la ayuda de
Dios. Hay grandes premios para quien se hace santo". Y Domingo
decidió hacerse santo. Siguió al pie de la letra
los consejos de su director espiritual, el propio don Bosco, resumidos
en una máxima: cumplir alegremente los deberes de su estado. Es
decir, santa alegría en el servicio de Dios, piedad y estudio,
aceptación de las contradicciones y hacer todo el bien posible a
sus compañeros. Domingo tenía su genio y sus arrebatos,
incluso llegó a pelearse cansado ya de las bromas que le
hacían, pero aprendió a dominarlos. No tenía
respetos humanos. Era valiente en la profesión de la fe. Sus
padres, sus maestros, sus compañeros, reconocieron en el un
extraordinario candor, unido a una maravillosa capacidad de devolver el
bien por el mal incluso en las pequeñas cosas. Se propuso no
perder un minuto de su tiempo y tenía una gran devoción a
Jesús Sacramentado y a María. San Juan Bosco decía
de él: "Savio llevaba más almas al confesionario con sus
recreos que los predicadores con sermones". Creó entre sus
compañeros la Compañía de la Inmaculada, con el
fin de honrar a María, en aquellos años que se
había definido el dogma.
Es conocida la
anécdota cuando intervino para evitar un duelo a pedradas entre
dos compañeros. Les convenció de que antes del duelo
aceptaran el desafío que él les proponía: les
enseñó un crucifijo y les dijo “Quiero que cada uno fije
la vista en este crucifijo; después arroje una piedra contra
mí pronunciando estas palabras: Jesucristo siendo inocente
murió perdonando a sus verdugos; yo, que soy culpable, quiero
ofenderle y entregarme a las furias de una venganza ruin”. Sus amigos
desistieron del duelo y se perdonaron mutuamente.
A los 14 años
ya sabía que iba a morir, y fue enviado a su casa en Mondonio,
Turín, pues no podía continuar los estudios a causa de su
siempre debil salud, se despidió de los compañeros
diciendo: "Adiós nos veremos siempre con el Señor".
La causa de beatificación de Domingo se introdujo en 1914. Al
principio despertó cierta oposición, por razón de
la corta edad del santo. Pero el Papa Pío X consideró,
por el contrario, que eso constituía un argumento en su favor y
su punto de vista se impuso. Sin embargo, la beatificación no se
llevó a cabo sino hasta el 5 de marzo de 1950, por Pío
XII, y el mismo Pontífice lo canonizó el 12 de junio de
1954.