SAN TEOTONIO DE COIMBRA
18 de febrero
1166 d.C.
Natural
de Tuy, estudió en Coimbra. Era sobrino de Cresconio, obispo de Coímbra
y había sido destinado al sacerdocio desde muy joven. Después
de su ordenación fue enviado a Viseu, y al poco tiempo ya dirigía
espiritualmente a toda la población. A una vida muy santa y austera,
unía una gran elocuencia que pronto le valió mucha fama. Renunció
al cargo de arcipreste para hacer una viaje a Tierra Santa. A su vuelta, siguió
trabajando en Viseu. La reina y su esposo Enrique, conde de Portugal, le
rogaron repetidas veces que aceptara el gobierno de una diócesis,
pero el santo se rehusó siempre.
Prior del monasterio de
Nuestra Señora de Viseo. San Teotonio profesó un gran amor
a los pobres y tuvo una gran devoción por las almas del purgatorio.
No tuvo reparos en conder los vicios, especialmente de los poderosos, pero
no por ello le valió la inquina de los acusados sino la conversión
y penitencia, como en una ocasión le sucedió con la reina viuda.
Peregrinó
dos veces a Jerusalén y fue invitado por los Canónigos Regulares
de la basílica del Santo Sepulcro a quedarse con ellos; no aceptó
y se marchó a Portugal. Ingresó en los Canónigos Regulares
de Letrán del monasterio de Santa Cruz en Coimbra, donde fue prior.
Muy querido por el rey Alfonso de Portugal, era intrépido en reprimir
el vicio y preciso en las funciones religiosas. En una época de relajación,
san Teotonio se distinguió por su insistencia en la celebración
exacta y reverente de los divinos misterios, y jamás se resignó
a que sus monjes los celebrasen de prisa. El rey atribuyó a sus oraciones
las victorias que obtuvo sobre sus enemigos y el hecho de haber recobrado
la salud y, en prueba de gratitud, prometió libertar a todos los prisioneros
cristianos mozárabes.
San Teotonio llegó
a ser abad del monasterio en el que pasó los treinta últimos
años de su vida. Murió a los ochenta de edad. Cuando el rey
Alfonso recibió la noticia de su muerte, exclamó: «Su
alma llegará al cielo mucho antes de que su cuerpo toque la tierra».
Los
obispos de Portugal lo consideraron santo ya al año siguiente de su
muerte, aunque al no ser una canonización en plena regla, durante
el pontificado del papa Benedicto XIV (1740-1758) se confirmó su culto.