SAN TEOFILACTO DE
NICOMEDIA
8 de marzo
840 d.C.
El
antiguo Martirologio le llamaba
erróneamente "Teófilo". Según la reseña que
sobre él escribió A. Butler: “Cuando era niño,
Teofilacto pasó de Asia a Constantinopla, donde conoció a
San Tarasio, quien le tomó cariño y le dio una buena
educación. Observando que el joven estaba llamado a la vida
religiosa, san Tarasio le envió a otro de sus discípulos,
san Miguel el Confesor, quien acababa de fundar un monasterio junto al
Bósforo. Algunos años más tarde, cuando sus dos
discípulos habían soportado rudas pruebas, san Tarasio
confirió a ambos la dignidad episcopal; Teofilacto
recibió la sede de Nicomedia y Miguel la de Sínada.
Cuando León V
emprendió de nuevo la guerra contra las imágenes, san
Nicéforo, sucesor de San Tarasio en la sede de Constantinopla,
convocó a un Concilio para mantener la doctrina católica
contra el emperador. San Teofilacto y otros teólogos de gran
saber defendieron con elocuencia el punto de vista de la Iglesia, pero
el emperador permanecía inconmovible. Cuando ya todos
habían hablado, se hizo en la sala conciliar una ligera pausa,
que san Teofilacto interrumpió con la siguiente profecía:
«Ya sé yo que tú te burlas de la inmensa paciencia
de Dios. Pues bien, yo te predigo que las calamidades y la muerte van a
caer sobre ti como un huracán, y que no habrá entonces
nadie que pueda defenderte». Furioso al oír estas
palabras, el emperador desterró a todos los Padres conciliares y
encarceló a san Teofilacto en una fortaleza de Estróbilo
de Caria donde murió 30 años después. Pero su
profecía se cumplió a la letra. El día de Navidad
del año 820, cuando el emperador se hallaba en su capilla
privada, los conspiradores cayeron sobre él; León se
defendió, blandiendo como una espada la cruz del altar, pero sus
enemigos lograron asesinarle antes de que sus servidores llegaran a
auxiliarle.
Se cuentan maravillas de la liberalidad de san Teofilacto, de su
generosidad con los pobres, de la ayuda que prestaba a las viudas,
huérfanos y débiles mentales, de su predilección
por los ciegos, baldados y enfermos; para ellos y para los viajeros
fundó muchos hospitales.