SANTAS FLORA Y
MARÍA
24 de noviembre
856 d.C.
Flora
era hija de un musulmán influyente de Sevilla, a pesar de ello
siguió la fe cristiana de su madre cordobesa, a sabiendas de que
en ello le iba la vida. Ya a sus 12 años, repartía su
comida a los pobres. Y pronto llegó a ser, a expresión de
san Eulogio, una mujer en quien habían florecido todos los
encantos de la gracia y de la naturaleza.
Su hermano,
musulmán, incordiaba a la joven continuamente. Un día
Flora cogió a su hermana Baldegotona, salió de su casa.
Perseguida se ocultó, pero regresó a su casa para que no
sufrieran por ella. Su hermano la entregó al cadí, quien
ordenó que la flagelasen y la devolvieran a su hermano. La
metió entre sus mujeres en su harén para que éstas
la convirtieran a la religión musulmana. Se escapó de
nuevo y llegó a casa de un cristiano. Allí conoció
a san Eulogio; que se entusiasmó con ella, y nació entre
ellos una profunda amistad que duró para siempre. Pero tuvo que
presentarse al cadí para que nadie fuera molestado por su causa.
"Estoy dispuesta a sufrir por Cristo todos los suplicios; lo hablo en
firme; y en medio del martirio estaré más firme
todavía".
Para aterrorizarla la torturaron, y la soltaron con la amenaza de una
segunda tortura si no abrazaba la fe de su padre. Logró pasar
desapercibida durante cinco años en Osera. Pero arreció
la persecución, y Eulogio fue encarcelado. Flora antes de
presentarse al juez, quiso orar en la iglesia de San Acisclo,
allí se encontró con la monja María y prometieron
confesar su fe cristiana; multiplicaron sus ayunos y oraciones para
perseverar en la fe. Eulogio dirá de Flora: "Creía yo ver
a un ángel; su rostro resplandecía de gozo;
parecía ya gustar las alegrías de la celeste patria; me
encomendé a sus oraciones y, reanimado por sus palabras,
volví menos triste a mi oscura prisión". Murieron
decapitadas.
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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)