Joven
de
Umbría, que según dicen, sintió muy pronto en su
vida la vocación religiosa. Era hija de Calfurnio, gobernador de
Roma. A los diez años se marchó de casa y se fue el monte
de Soratte San Silvestre para recibir el bautismo; fue bautizada por el
Papa San Silvestre. Una vez que abrazó la fe en Cristo,
renunció a todo lujo y comodidades que bien pudiera haber tenido
por su rango y abolengo.
Una vez que
se hubo hecho cristiana, se fue a Todi. Allá buscó un
lugar en el que pudiera vivir sola en constante oración y con
profunda fe. Pronto su fama de santa llegó a los oídos de
los cristianos. Muchos de ellos y ellas se acercaron y siguieron su
forma de vivir santamente.
Hoy día, en
el monte en el que vivió feliz como ermitaña, hay una
inscripción que afirma:”el 23 de febrero en Todi, la santa
Romana virgen recibió el bautismo en esta cueva en la que
realizó milagros y su gloria cobró fama”. Esta
inscripción es difícil de leer.
Eligió ese
lugar para sentirse más unida al Papa san Silvestre porque
admiraba su santidad. De aquí surgió el hecho de que se
le llame a este lugar Monte San Silvestre. El papa le solía
enviar consuelos espirituales. Una vez le dijo: “Vuelve cuando
florezcan las rosas”. Y aunque era pleno invierno y todo estaba nevado,
una mañana volvió a san Silvestre con una rosa florida.
Su cuerpo fue
sepultado en la gruta o cueva. Murió santamente ante muchas
personas. Se construyó un altar en el que se celebraban muchas
misas. En 1301 fue trasladado su cuerpo a la iglesia de San
Fortunato.