SANTA MARIANA DE
JEÚS DE PAREDES
26 de mayo
1645 d.C.
Llamada
la "azucena de Quito". Nació en Pichincha o Quito (Ecuador) y
fue la penúltima de los ocho hijos que tuvieron su padre el
capitán español Jerónimo Flores y la
quiteña Mariana Granobles, en cuya casa daban albergue y
educación a los huérfanos de la ciudad; ya de niña
se distinguió por una gran devoción. Pronto quedó
huérfana de padre y madre y se hizo cargo de su educación
su hermana Jerónima, que estaba casada. Su hermana vio en ella
una gran inteligencia, y por ello cuidó que tuviera una
educación esmerada para una mujer de su época. Muy
pronto, a los 7 años, hizo voto de virginidad y de pobreza
dejando todo su patrimonio a sus hermanos. Fue una niña con una
gran inquietud misionera, intentó huir de su casa con algunas
compañeras para predicar a los indios. Después
pensó en una experiencia de vida eremítica junto a un
santuario mariano, que tampoco pudo llevar a termino.
No
pudo hacerse monja de clausura, en el tiempo que transcurrió
desde su solicitud en el convento, hasta su admisión,
recapacitó y vio que su vocación estaba en el mundo, para
ello organizó libremente su vida religiosa a la sombra de la
Compañía de Jesús, viviendo como ermitaña
en la casa de su cuñado. Como los jesuitas no tenían una
tercera orden, se hizo terciaria franciscana, al mismo tiempo, que
sintiendo admiración por santa Teresa de Jesús,
vivió la regla carmelitana hasta sus últimas
consecuencias. Entregada a rigurosos ayunos, a larguísimas
oraciones y terribles penitencias que salían de lo humano. Amaba
la naturaleza, mandaba flores a los pobres y enfermos, a los que
consolaba con alegría y paz interior; cantaba y sabía
tocar varios instrumentos, porque veía en la música un
lenguaje casi divino. Enseñó el catecismo a los
niños. Su casa era lugar de apostolado, donde acudían
gentes de toda condición social para pedirle consejo. Durante el
terremoto de Quito de 1645, y la epidemia de peste, ofreció su
vida por la salvación de la ciudad y poco tiempo después
murió de una extraña enfermedad de hidropesía. Su
vida quedó simbolizada, según se cuenta, en una hermosa
azucena que brotó en el jardín donde ella acostumbraba a
echar el agua con que lavaba las heridas de sus penitencias. En 1946,
la Asamblea Constituyente de la República de Ecuador la
declaró heroína de la patria. Fue canonizada por Pío XII el 9 de
julio de 1950. Es
la primera santa de Ecuador.