Nació
en Vitoria (España), en un hogar de artesanos y profundamente
cristiano. Cuando María Josefa tenía siete años,
se le murió el padre, y pocos años antes, por un descuido
de su madre de cría, cayó de un banco que le
fracturó las dos piernas, quedando para siempre tullida (algunos
hagiógrafos afirman que fue curada milagrosamente en el
santuario de San Miguel in Excelsis, pero parece que no fue cierto).
Los estudios le costaron mucho, ya que no era muy inclinada a ellos, y
en cuanto aprendió lo básico, que entonces se
requería para una mujer, volvió a casa de su madre, para
cuidarse de la familia. Su primera comunión, la marcó
espiritualmente para toda su vida. Cuando tuvo 15 años, la madre
decidió enviarla a Madrid, donde tenía unos parientes.
Pasaron algunos
años (1865), y en Madrid realizó su primera experiencia
de vida religiosa en la naciente Congregación de las Siervas de
María, en el servicio sanitario y apostólico de los
enfermos, preferentemente a domicilio (años antes quiso ingresar
en las concepcionistas de la reforma de sor Patrocinio en Aranjuez,
pero cayó enferma de tifus y no pudo cumplir este deseo). Cuando
hizo su profesión, cambió su nombre por el de
María de la Salud. Santa María Soledad Torres Acosta,
fundadora de la Congregación, apreció sus cualidades y,
aún siendo novicia, la nombró superiora del colegio de
huérfanos "Sagrado Corazón de Jesús". Tuvo dudas
antes de su profesión en 1867, y así se lo
comunicó a su fundadora y a san Antonio María Claret, que
le dijo que debía profesar, pero que Dios le reservaba otras
cosas.
A los cinco
años pensó que debería salir para fundar un
instituto nuevo, en el mismo campo de asistencia a los enfermos, se
salió del convento y fundó el Instituto de las Siervas de
Jesús de la Caridad, en Bilbao (1871), cambió su nombre
por el de María Josefa del Corazón de Jesús. Pocos
años después fundó en: Castro Urdiales,
Valladolid, Burgos, Vitoria, Oviedo, Gijón, Logroño,
Miranda de Ebro, Haro y otras poblaciones, hasta sumar 41 casas. Tuvo
que sufrir el asedio de Bilbao (1874), durante las guerras carlistas.
Fue grande el
prestigio que tenía esta mujer ante las corporaciones
municipales. Se dieron cuenta de la labor inmensa que estas monjas
hacían en beneficio de la ciudad. Ellas cuidaban a los enfermos
de día y de noche y se preocupaban de las familias más
pobres. Durante 14 años tuvo una insuficiencia cardíaca
que la obligó a gobernar su Congregación postrada en un
sillón, sin poder moverse. Decía: "Amor y sacrificio,
esto es lo más agradable al Señor, y en lo que quisiera
se distinguiesen todas las siervas de Jesús". Murió en
Bilbao de un infarto, y el ayuntamiento de Vitoria la nombró
"Hija Predilecta de la ciudad". Su cuerpo permanece incorrupto en la
capilla de la casa generalicia de Bilbao. Fue beatificada por SS
Juan Pablo II en 1992, y canonizada por el mismo papa el 1 de octubre
del 2000.