SANTA MARGARITA
CLITHEROW
25 de marzo
1586 d.C.
Margarita
Middleton nació en York, en el seno de una familia anglicana. Se
casó con John Clitherow, con el que tuvo hijos. Su marido
había nacido católico pero se había pasao al
anglicanismo. Era carnicero y ganadero en York y tenía una
desahogada posición económica. Había sido
encargado de puente y camarlengo con lo que llegó a merecer el
derecho de usar el título de Sir antes de su nombre.
Se hizo católica, con 21 años, con el
consentimiento de su marido, y educó a sus hijos en la fe
católica. Su marido siempre permaneció anglicano. Muy al
principio, parecía que Margarita podía practicar su fe
sin mucha dificultad y podía buscar a los apóstatas y
hacer que se convirtieran, pero las leyes se hicieron más duras
y fueron cumplidas más estrictamente. Varios cautelosos amigos
le advirtieron que fuera más circunspecta. Se le impusieron
multas al señor Clitherow por las continuas faltas de asistencia
de su mujer a la iglesia y a ella misma se le encarceló varias
veces en el castillo, una de ellas por dos largos años;
después de ser liberada comenzó a esconder en su propia
casa a sacerdotes fugitivos.
Poseyendo una agradable figura, dotada de agudo ingenio y
alegría, Margarita tenía una encantadora personalidad:
«Todos la amaban -leemos- y acudían a ella en demanda de
auxilio, consuelo y consejo en sus penas. Su servidumbre le
tenía un gran amor, lealtad y respeto.
Arrestada de nuevo en 1585, rechazó
defenderse. Nunca se apartó de esta posición, aunque se
le instruyó varias veces y se le urgió a que se declarara
culpable y escogiera ser juzgada por un jurado. Ella sabía que
esto significaba la muerte de todas maneras, pero si aceptaba ser
juzgada, sus hijos, sirvientes y amigos serian llamados a atestiguar y,
o mentirían para salvarla, cometiendo perjurio o tendrían
que dar testimonio de lo que sabían y así sufrir el
escándalo y la pena de haber causado su muerte. El juez Clinch,
que habría querido salvarla, fue dominado por los otros miembros
del Consejo y, finalmente, pronunció la terrible sentencia que
la ley inglesa decretaba para todo el que se negaba a declararse
culpable, a saber, que debería ser prensado hasta morir; la
sentencia se produjo en York. Ella oyó la sentencia con la mayor
serenidad y dijo: «Gracias sean dadas a Dios; todo lo que
Él me envíe es bien recibido. No soy digna de tener una
muerte tan buena como ésta».
Su marido dijo: "Que se lleven todo lo que tengo y la
salven a ella, pues es la mejor esposa de Inglaterra, y la mejor
católica...". Fue al patíbulo con una vestidura blanca en
las manos y solicitó que no la desnudaran, pero no se
concedieron. Entonces los hombres giraron la cabeza en señal de
respeto, y unas mujeres amigas la desnudaron y la pusieron la ropa
blanca. Tendida en el suelo, sus brazos y piernas, en forma de aspa,
fueron atados a sendos postes, estando su cuerpo encima de una losa de
su tamaño. Luego le colocaron encima una puerta y comenzaron a
poner piedras sobre ella hasta que murió aplatada. Ella miestras
pudo pedía a Jesús que tuviera misericordia de ella.
Tardó alrededor de un cuarto de hora en morir, pero su cuerpo
fue dejado seis horas en la prensa. Tenía aproximadamente
treinta años.
A su esposo le había enviado su sombrero «en
señal de amorosa devoción, como cabeza de su
familia» y a Inés, su hija de doce años, sus
zapatos y medias para significar que debería seguir sus pasos.
La niñita se hizo monja en Lovaina, mientras que dos de los
hijos de la mártir fueron después sacerdotes. Fue
canonizada por SS Pablo VI el 25 de octubre de 1970.