SANTA MARCELA DE ROMA
31 de enero
410 d.C.
Pertenecía a una de las más ilustres familias de Roma;
los Marcelo. Se quedó viuda siete meses después de la
boda. Todavía muy joven, Marcela, abandonó todo y se hizo
ermitaña en Roma, fue la primera anacoreta de Occidente. Se
deshizo de sus riquezas y se las donó a los pobres de Roma. Era
una mujer culta, y puso su cultura al servicio de la fe. Así la
encontró san Jerónimo, y la preparó en el estudio,
y la recomendó a su discípula santa Paula de Roma, para
que la instruyera en las Escrituras. Intervino públicamente en
la polémica contra los herejes origenistas.
Fue testigo de la invasión de Roma por las huestes de Alarico.
Cuando la invasión se la encontró en oración en su
palacio y fue torturada para que revelase donde escondía las
riquezas. La santa no temía por sí misma, sino por su
discípula Principia (no su hija, como algunos han supuesto
erróneamente). Arrodillándose, pues, ante los soldados,
les rogó que no le hicieran daño alguno. Dios les
movió a compasión, y estos condujeron a las dos mujeres a
la iglesia de San Pablo, en la que Alarico respetaba el derecho de
asilo y como era una mujer excepcional, la dejaron en paz. Murió
pocos días después, en los brazos de Principia, a fines
de agosto del año 410. San Jerónimo decía de ella:
"Cada momento de su vida ha sido una preparación para la
muerte". El Martirologio
Romano venera su
memoria en el día de hoy.