Natural
de Joigny (Borgoña), hija de un rico propietario de
viñedos, se formó con dureza y rigor bajo la tutela de su
hermano, el abate Louis Barat, quién la hizo adquirir una
cultura y un temple que parecían desproporcionados con su
situación y su época. Estudió lenguas
clásicas y modernas, sobre todo el español, "la lengua
nacida para hablar con Dios", decía después de leer "Las
Moradas" de santa
Teresa. También le entusiasmaba "El Quijote". Su
afición por lo español fue intensa. Su espíritu se
nutrió en santa Teresa, san Francisco Javier y san Ignacio de
Loyola. Así lo confirma el estilo de las reglas de la futura
congregación, defendido contra los intentos de cambio.
En
su primera juventud, en medio de la Revolución, se reveló
como una mujer fuerte y llena de celo por las almas. Su hermano Luis,
se la llevó a París y allí ejerció como
catequista de niños. Su propósito era hacerse religiosa
contemplativa e ingresar en un convento de carmelitas, pero el
encuentro con el padre Joseph Varin, futuro jesuita y fundador de los
Padres de la Fe, la hicieron que se inclinase por otra vida
diferente. En 1801, fundó en Amiens, junto con santa Felipa
Dúchesne, las Damas de la Fe o de la Instrucción
Cristiana o Damas de la Sociedad del Sagrado Corazón, para la
educación. Sofía y sus compañeras, inclinadas al
Carmelo, cedieron su vocación contemplativa a la activa, pero
sin abandonar la contemplación.
Será una vida mixta entre
la oración y la acción. "Lo esencial es conservar el
espíritu interior en medio de este jaleo", escribió.
La
devoción al Sagrado Corazón de Jesús se
extendió sobre todo, a partir del siglo XVII, por medio de santa
Margarita María de Alacoque principalmente, como reacción
contra la frialdad jansenista. La nota que Sofía
añadió a esta devoción está en el fin
apostólico de su Sociedad, que busca la glorificación del
Corazón de Cristo por la educación de la juventud.
Siempre unidos al Corazón de Jesucristo, y no sólo en los
momentos de la Pasión -que era lo característico de santa
Margarita-, sino en todos los momentos de la vida de Jesús,
desde su misma concepción. Durante 23 años fue superiora
de esta comunidad, fundando 120 casas en toda Europa, y
enfrentándose con todo tipo de disensiones internas,
incomprensiones y persecuciones (como la que capitaneó el
capellán de la casa de Amiens y que estuvo a punto de desvirtuar
todo el sentido espiritual de la empresa, al declararse fundador y
redactar unas constituciones a su gusto, que arrastró a algunas
religiosas que prepararon intrigas en Roma). Su respuesta fue siempre
una cita del Evangelio: "Iesus autem tacebat" (Jesús a
pesar de todo callaba) estas tres palabras son toda mi fuerza". Al
final todo se resolvió y León XII aprobó las
constituciones de Magdalena Sofía en 1826. A partir de la
revolución de 1830 superó nuevos obstáculos que
superó gracias a la amistad que le unía al papa Gregorio
XVI. Entre 1839 y 1848, la comunidad sufrió epidemias y tumultos
revolucionarios, la que la obligaron a cerrar varias casas.
Vivió el lema ignaciano de "sentir la Iglesia". "Una hija del
Sagrado Corazón, decía, no debe salvarse sola".
Murió como había vivido en oración
contemplativa. Fue canonizada por
SS Pío XI el 24 de mayo de 1925.