SANTA MAGDALENA DE
NAGASAKI
1634 d.C.
15 de octubre
Era natural
de Nagasaki, hija de padres martirizados por la fe. Narran los
manuscritos antiguos que era una joven grácil, delicada y
hermosa.En su orfandad y siendo muy joven, hizo voto de celibato y
prometió a María "que no tendría otra madre
más que a ella". En 1624 se encontró con dos agustinos
recoletos, Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio, que
luego fueron también mártires y beatos. Atraída
por la profunda espiritualidad de los dos misioneros, Magdalena se
consagró a Dios como terciaria agustina recoleta. Desde
entonces, su hábito era el religioso, su única
preocupación la oración, la lectura de libros santos y el
apostolado. Más tarde se cambia en terciaria dominicana.
Colaboró con el misioneros san Jordán Ansalone de San
Esteban.
Los tiempos eran muy difíciles y la
persecución que se desencadenó contra los cristianos se
había convertido en cada vez más sistemática y
cruel. Magdalena infundía valor a los cristianos,
enseñaba el catecismo a los niños, y pedía limosna
para los pobres a los comerciantes portugueses.
En 1629 se refugió en las montañas de
Nagasaki, compartiendo los sufrimientos y las angustias de sus
compatriotas perseguidos, animándoles a mantenerse fuertes en la
fe, exhortándolos a volver al camino correcto cuando, vencidos
por la tortura, habían negado a Cristo, visitando a los
enfermos, bautizando a las los niños, llevando a todas palabras
y gestos de consuelo, pero, llevada por su celo apostólico, se
entregó voluntariamente, pero los guardias la mandaron marchar,
y ella volvió otra vez, pero esta vez ante los jueces y estos le
concedieron lo que pedía y la encerraron en la cárcel de
Nagasaki, donde la sometieron a las torturas del agua ingurgitada,
cañas afiladas entre las uñas, paseo a caballo por la
ciudad, promesas de riquezas y de todas ellas salió victoriosa,
hasta que murió después del tormento de la horca y la
hoya. En el tormento estuvo 13 días hasta su muerte.
Había ido al suplicio con el hábito blanco de terciaria
dominica. Los tiranos quemaron su cuerpo y esparcieron sus cenizas en
el mar para evitar la veneración de sus reliquias por los
cristianos. Fue canonizada con el grupo de San Lorenzo Ruiz, el 18 de
octubre de 1987 por el Papa San Juan Pablo II.