SANTA LUTGARDA DE
TONGRES
16 de junio
1246 d.C.
Nació en Tongres en Bélgica, dentro de una familia
arruinada de clase media. Su familia la hizo ingresar como benedictina
en Santa Catalina en Saint Troud, porque no tenía dinero para
poderse casar, cuando tenía doce años. Lutgarda no
tenía vocación religiosa, por lo que tomó el
convento como una casa de huéspedes y continuó con su
vida ordinaria de seguir alternando con los jóvenes que iban a
visitarla, hasta que un día en el locutorio tuvo la visita de
Cristo que le mostró la cruz como forma de
salvación.
Regresó a su casa, pero su anterior vida ya no le
entusiasmaba, y decidió regresar en el convento, que aunque la
recibieron con las manos abiertas, no tenían mucha esperanza en
su vocación, a pesar de los cambios que se habían operado
en ella: "Pero su fervor de novicia fue tan extraordinario, que
suscitó la envidia de sus compañeras que la calificaron
de fuego de paja, de grande intensidad al declararse, pero de
efímera duración". Su cambio fue tan radical que su vida
fue enteramente consagrada a la oración y a la meditación
de la pasión de Cristo. Fue elegida prelada, a pesar de su
oposición. Su gobierno estuvo marcado por el signo de la
suavidad, sólo se mostraba austera para sí. Durante
varios años rigió la comunidad de Santa Catalina, pero
ella se consideraba indigna para dirigir almas, y por ello
decidió cambiar de Orden.
Renunció al cargo de abadesa para vivir en mayor
soledad, decidió ingresar en el monasterio cisterciense de
Aywières (Brabante) que se hablaba alemán, y ella
sólo hablaba en francés. Así el silencio le
sería todavía más real, sirviendo en los puestos
más humildes a sus hermanas; su virtud era tal que quisieron
elegirla abadesa, pero le pidió a María que no llegara
este nombramiento, como así sucedió. Por
inspiración de María, se dedicó, con la
oración, y el ayuno, a la conversión de los albigenses.
Tuvo muchos éxtasis místicos. Estuvo ciega los
últimos once años de su vida.