SANTA LUISA DE MARILLAC
15 de marzo
1660 d.C.
Nació en Paris
y era hija de una familia noble. Fue hija natural, lo que hizo que la
despreciaran su familia los Marillac. Huérfana de madre muy
pronto, uno de los Marillac, Luis, marqués de Farinvilliers,
viudo, la acogió y la ingresaron, con dos meses, en el convento
de las dominicas de Poissy, que le proporcionaron una formación
extraordinaria en todas las ramas del saber. A los 13 años,
murió su protector, que la dejó sin herencia, con lo
cual, con lo que tenía ahorrado, se marchó a París
a una pensión sin mucha categoría, pagando parte de los
gastos de la casa. Allí estuvo 8 años, dedicándose
a estudiar y a completar su formación. A los 21 años
quiso entrar en un convento de capuchinas, pero el provincial la
rechazó por influencia de su familia que querían que se
casara con el secretario de la reina María de Médicis. La
llevaron al palacio de Valence de Marillac, y, a instancias de sus
parientes, se casó con el señor Antonio Le Gras del que
tuvo un hijo, Miguel, que le dio muchos problemas, pero al que no
olvidó nunca, e incluso en su lecho de muerte, una de las
últimas acciones de Luisa fue darle su bendición a
él, su esposa y a su nieto. Amó a su marido, pero esto no
significó que no tuviera problemas en su matrimonio y que
incluso llegó a pensar en pedir la separación, pero
animada por su confesor, llevó su matrimonio hasta que su marido
murió en 1625. La enfermedad de su marido le llevó a
creer que era un castigo del cielo por haber aceptado un matrimonio que
no era su vocación.
Conoció a san
Francisco de Sales, que le aconsejó que tuviera como director
espiritual a Juan Pedro Camus, obispo de Belley. En su proceso de
beatificación se lee: "Fue un dechado de esposa cristiana. Con
su bondad y dulzura logró ablandar a su marido, que era de
carácter poco llevadero, dando el ejemplo de un matrimonio ideal
en que todo era común, hasta la oración". En el siglo
XVI, Francia estuvo enredada en guerras de religión. Pero en el
XVII, surgió con fuerza una pléyade de santos, que
realizaron una gran tarea: Francisco de Sales, santa Juana Francisca de
Chantal, san Vicente de Paúl, Luisa de Marillac.
Luisa, viuda, y
empobrecida, comenzó a tener un complejo de culpabilidad por no
haber seguido su vocación religiosa. Un año antes de
morir su marido, conoció a san Vicente de Paúl. Cuando
encontró a san Vicente, tuvo la visión de que la mujer
podía desarrollarse en el campo apostólico y tuvo una
gran devoción al Espíritu Santo que marcó su
espiritualidad. Vicente había empezado ya sus ingentes obras de
misericordia, como las "Caridades", asociaciones al servicio de los
pobres. En 1627 su hijo Miguel ingresó en el seminario y ella
quedó en libertad para colaborar con san Vicente. Luisa
recorrió los pueblos, animando las cofradías de caridad,
visitando los enfermos y... todo quedaba renovado. Hacían falta
más brazos para atender a tantas necesidades. La miseria
imperaba en ciertas regiones, donde, según informe al Parlamento
"los aldeanos se ven obligados a pacer la hierba a manera de las
bestias".
La obra de Vicente y Luisa se extendió y fundaron, en el 1634,
las Hijas de la Caridad de san Vicente de Paúl "La caridad de
Cristo nos apremia" era su lema. Desde entonces, la obra se
extendió por Flandes, Polonia y luego por todo el mundo.
Atienden a los locos, los pobres, los enfermos. Contrariamente a lo que
ha ocurrido a otras comunidades, también nacidas para atender a
los pobres, las Hijas de la Caridad han permanecido fieles a su
carisma. No tienen votos y no se consideraban religiosas claustrales,
como era lo normal en la época. San Vicente les decía:
"Si el obispo de París, os pregunta si sois religiosas,
respondedle: no, gracias a Dios". El trabajo de Luisa fue agotador.
Además su hijo había abandonado el estado
eclesiástico y se había casado. Murió en plena
actividad y poco tiempo después la siguió san Vicente que
le había enviado este recado: "Usted va delante, pronto la
volveré a ver en el cielo". Se retrasó mucho su
beatificación primero por ser hija bastarda, y segundo por el
amor que tuvo a su hijo y a su director espiritual, que si bien no
fueron deshonestos, no se entendían en la mentalidad de la
época; sus milagros probarían lo contrario. Sus restos
reposan en París. Fue canonizada el 11 de marzo de 1934 por
Pío XI. Patrona de las personas que se entregan a la
acción social.