Era una matrona de
Bolonia; San Ambrosio de Milán elogió su piedad y
caridad. El marido la dejó con su consentimiento para hacerse
sacerdote, y ella se dedicó al cuidado de sus cuatro hijos a
quienes formó para consagrarlos a Dios. Efectivamente, el
varón, llamado Lucio, ingresó al clero, y las tres o
cuatro mujeres (cuyos nombres parece que fueron Lucía,
Perpetua, Victoria y Cándida) consagraron su virginidad a
Cristo. Repartió su dinero entre los pobres al quedarse viuda y
se consagró a la vida religiosa hasta su muerte.
Su cuerpo descansa
en la antigua basílica de san Esteban, en Bolonia, donde
recibió un culto tan extendido, que una bula que posiblemente se
deba al papa Celestino III (1143-1144) otorga indulgencia de 100
días a quienes visiten su altar en la mencionada basílica.
La
identificación entre Juliana de Bolonia y Juliana de Florencia
no es segura, pero el NuevoMartirologio Romano, al suplantar la
Juliana de Bolonia que aparecía en el Martirologio Romano anterior por la de
Florencia, la da por supuesta.