SANTA JUANA DELANOUE
1732 d.C.
17 de agosto
Juana
Delanoue nació en Saumur, era la menor de las 12 hijas de un
pequeño comerciante que tenía su negocio cerca del
santuario de Nuestra Señora de Ardilliers. Después de una
pía infancia, al morir su padre continuó con su actividad
y descuidó el aspecto religioso, de tal modo que al heredar la
tienda de sus padres, su primer objetivo era ganar dinero sin
importarle para nada las necesidades del prójimo. La presencia
de una pobre viuda visionaria en su tienda lle hizo plantearse su vida
y cambió algunos aspectos de su avaricia, pero por una
visión en el santuario mariano volvió al recto camino,
tenía 27 años; comenzó a servir a las mujeres
pobres, ancianas, prostitutas y a los enfermos, para ellas abrió
una casa.
Pasó por Saumur san Luis María Grignion de
Montfort, y la santa decidió consultar con él su
vocación y su obra. San Luis la reprendió al principio,
diciéndole que el orgullo la había llevado a la
exageración en la mortificación. Sin embargo,
acabó por decirle, en presencia de las otras religiosas:
«Proseguid por el mismo camino. El Espíritu del
Señor os guía por el camino de la penitencia. Escuchad su
voz y no temáis».
Para su asistencia fundó la Congregación de Santa Ana de
la Providencia (hoy conocidas como las Hermanas de Juana Delanoue),
tomando el nombre de Juana de la Cruz. Su tenacidad y fe en la
Providencia, la llevaron a fundar el primer hospicio de Saumur en 1715.
Los siguientes diez años fueron un período de altibajos,
de consuelos y pruebas. El obispo de Angers, Mons. Poncet de la
Riviére, aprobó las reglas de la nueva
congregación. La santa, al hacer los primeros votos, tomó
el nombre de Juana de la Cruz. Pero los padres del oratorio, que
procedían como señores feudales, dieron a la santa no
pocos dolores de cabeza, ya que pretendían apoderarse de la
dirección de las religiosas y de la obra. Embebidos en el
espíritu jansenista, los oratorianos veían con malos ojos
que el P. Geneteau (director espiritual de la santa desde el principio
de su conversión) hubiese autorizado a Juana y a su comunidad a
comulgar diariamente.
Ganó notoriedad por su capacidad intercesora para
obtener curaciones milagrosas, mientras ellas y sus compañeras
fundaban orfanatos y hospicios por toda Francia. Su caridad
desbordó todos los límites. Sin embargo, Dios
permitió que ella sufriese de atroces dolores de muelas y de
oídos y de un extraño mal de las manos y los pies, cuyo
origen, sin duda, no era puramente físico. Finalmente, en
septiembre de 1735, fue presa de una violenta fiebre, a la que
siguieron cuatro meses de grandes sufrimientos espirituales. Dios quiso
que recobrase la paz del alma, pero no la salud del cuerpo. La madre
Juana murió apaciblemente en Saumur después de haber
vivido la virtud heroica. “La Santa ha muerto” fue el unánime
comentario en todo Saumur y su entorno. Y la Iglesia proclamó
ante el mundo entero la santidad de Juana Delanoue con su
beatificación en 1947, y su canonización por SS Juan
Pablo II en 1982.