Serafina de Ciardi
nació en San Giminiano (Toscana) y era hija de Cambio e Imperia,
nobles venidos a menos. Había sido muy rica pero un
revés de la fortuna la dejó en la pobreza, aunque gozaba
de una gran belleza. Se cuenta que un día un joven la
lisonjeó ofreciéndole un fruto rarísimo, ella se
lo mostró a su madre, quien la llamó la atención,
para que no hablase con jóvenes que podrían pervertirla,
Fina vio en ello un pecado, y pidió hacer penitencia; entonces,
a los 10 años, le vino una enfermedad que la dejó
paralítica y con todo el cuerpo cubierto de pústulas.
Aumentó su dolor la muerte de su madre.
Así estuvo
durante quince años sufriendo por los pecadores y por la
pacificación de las rivalidades entre las ciudades, postrada en
una tabla que le servía de cama. Su cama carcomida se
había convertido en un basural donde pululaban las ratas que le
comieron una oreja. Edificó a sus conciudadanos por el valor con
el que soportó el sufrimiento, uniéndose espiritualmente
a la pasión de Cristo y a los dolores de María. La
leyenda dice que a su muerte desprendía un fragante olor a
flores y que las campanas tañeron solas. Patrona de San
Giminiano. Tiene culto local.