SANTA CUNEGUNDA DE BAMBERG
3 de marzo
1033 d.C.



   Hija de Sigfrido, conde de Luxemburgo y de Eduvigis de Alemania. Contrajo matrimonio con san Enrique II de Baviera, emperador de Alemania hacia el 998. Ambos fueron castos toda la vida ya que habían hecho voto de virginidad (la realidad es que el rey era impotente y no podía engendrar). Fueron coronados reyes de Germania en el 1002. Cuando Enrique fue coronado emperador en Roma en 1014 por el papa Benedicto VIII, seguían rivalizando abiertamente entre sí acerca de cuál de los dos podía complacer más a Dios orando, ayudando a los pobres y decorando iglesias. Tanta virtud provocaron envidias. Cunegunda fue acusada por los cortesano de infidelidad al rey, y ella para demostrar lo contrario, se sometió al "juicio de Dios" y caminó descalza sobre carbones encendidos (prueba que fue aprobada en 1022 por el concilio de Seligenstandt, para casos de adulterio). 

   Junto con su esposo construyó la catedral y el obispado de Bamberg en Franconia. El reinado de Enrique y Cunegunda fue uno de los más felices. Yendo en cierta ocasión a realizar un retiro en Hesse, cayó gravemente enferma, e hizo la promesa de fundar un monasterio si sanaba, en un lugar entonces llamado Capungen, ahora Oberkaufungen, cerca de Cassel, en el land de Hesse, lo que cumplió de manera majestuosa, y lo entregó a las monjas benedictinas. Según parece, la emperatriz tenía una sobrina joven, llamada Judit, a la que profesaba mucho cariño y a la que había educado con gran solicitud. Santa Cunegunda nombró a Judit superiora del nuevo convento, no sin haberle dado antes muchos buenos consejos. Pero la joven abadesa empezó a dar muestras de laxitud y frivolidad, en cuanto se vio libre de la tutela de su tía. Era la primera en acudir al refectorio y la última en llegar a la capilla; y prestaba oídos a toda clase de habladillas y las propagaba. Inútiles resultaron todas las reprensiones de santa Cunegunda: la crisis estalló el día en que la abadesa, en vez de asistir a una procesión dominical, se quedó a pasar el rato con otras religiosas jóvenes. Llena de indignación, santa Cunegunda reprendió ásperamente a la culpable y aun la golpeó. Las marcas de los dedos de la santa quedaron impresas en las mejillas de la abadesa hasta el día de su muerte, y ese milagro no sólo convirtió a la abadesa desobligada, sino que ejerció un efecto saludable sobre toda la comunidad.

   En 1024, el día del aniversario de la muerte de su esposo, santa Cunegunda invitó a numerosos prelados a la dedicación de la iglesia que había construido en Kafungen. Después del canto del Evangelio, la santa depositó sobre el altar una reliquia de la cruz de Jerusalén, cambió sus vestiduras imperiales por el hábito religioso y recibió el velo, de manos del obispo de la ciudad. Una vez en religión, pareció olvidar que había sido emperatriz y se consideraba como la ultima de las monjas, convencida de que eso era, a los ojos de Dios. Nada temía tanto como aquello que pudiera recordarle su antigua dignidad. Oraba y leía mucho, y se dedicaba especialmente a visitar y consolar a los enfermos. Así pasó los últimos años de su vida. Murió el 3 de marzo de 1033 (o 1039). Su cuerpo fue sepultado en Bamberg junto al de su esposo. Fue canonizada el 3 de abril de 1200 por Inocencio III.

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(Pbro. José Manuel Silva Moreno)