SANTA CLOTILDE
3 de junio
545 d.C.
Nació en Lyon, era hija de Chilperico rey de Burgundia y de
Caretana. Había visto asesinar a su padre y hermanos por su su
tío Gundebaldo. Se casó con Clodoveo I, rey de los
francos sálicos en Soissons en el 493. Según los antiguos
cronistas, éste la amó apasionadamente, aunque sin
entender por qué no rendía culto a Odín, Thor y a
los demás bélicos dioses de su raza. La cristiana
Clotilde, respaldada por san Remigio, obispo de Reims,
rogó por la conversión de su esposo; "el hombre
más noble del mundo, digno de que Dios le conceda el don de la
fe".
En el 498, cuando la batalla de Tolbiac se anunciaba como
una gran derrota para los francos, Clodoveo invocó al Dios de
Clotilde y venció a sus enemigos. Poco después san
Remigio bautizó al rey y a muchos de sus guerreros, y a la
muerte de éste los francos estarán plenamente integrados
en la Iglesia. "¿Es este el Reino de los Cielos que me
habías hablado?" dijo Clodoveo cuando entró en la
catedral de Reims para bautizarse; "No -respondió Remigio- pero
éste es el inicio del camino para alcanzarlo". Clodoveo
construyó en París, a petición de ella, la gran
iglesia de San Pedro y San Pablo.
San Gregorio de Tours dijo de Clotilde: "Era asidua
en las limosnas, infatigable en las vigilias, perfecta en la castidad,
era la honra para todos a causa de su grandeza de vida. No
parecía una reina sino una religiosa". Quiso retirarse a un
convento, pero no la acompañó la paz: tras la muerte de
su primogénito, Clodomiro, en una batalla, sus hermanos
asesinaron a traición a los nietos de Clotilde, menos al que
luego sería el monje san Clodoaldo. Fundó, al enviudar,
el monasterio de religiosas Sainte-Marie-aux-Andelys en Andely sur
Seine. Sufrió la incomprensión de sus hijos.
Procuró poner la paz entre su hijo Clodomiro y su hermano
Segismundo, y por su mediación se suspendieron las rivalidades
entre sus otros dos hijos Childaberto y Clotario. Retirada en Tours,
junto a la tumba de san Martín, murió. La leyenda relata
que un ángel depositó en sus manos el escudo de los reyes
de Francia con las tres flores de lis que, según la
visión de un santo ermitaño de la capilla de Poissy,
representaban las tres personas de la Trinidad, y Dios enviaba este
símbolo para que fuese ofrecido a Clodoveo y Clotilde, y a los
reyes y reinas que los sucediesen.