SANTA CLARA DE
ASÍS
11 de agosto
1253 d.C.
Clara
Sciffi nació en Asís. Hija de los condes de Sasso Rosso
de Asís: Favarone y la beata Hortolana. Durante su adolescencia
se encontró varias veces con Francisco (Clara era 12 años
menor que el santo de Asís). A los 18 años, la noche del
domingo de Ramos de 1212, después de haber oído misa en
la catedral, haber recibido la palma de manos del obispo y repartido su
dote entre los pobres, huyó de la casa paterna para evitar la
propuesta de matrimonio (procedente de su tío Monaldo). Con su
prima Pacífica y su tía Bianca, bajó a Santa
María de los Ángeles (la Porciúncula restaurada
por san Francisco) y allí el mismo san Francisco le cortó
solemnemente los cabellos antes de que la acogieran, por un corto
tiempo, las benedictinas de San Pablo en Bastia Umbra. Pasada la ira
familiar, se trasladó al convento de Sant’Angelo in Panzo en
Asís para vivir según la forma de san Francisco.
Seguida pronto por su hermana la beata Inés y,
más tarde su hermana pequeña Beatriz y su madre,
después de haber abrazado una pobreza radical y luchado para
obtener una regla propia, según el espíritu franciscano,
obtuvo del papa Gregorio IX el "Privilegium paupertalis" (o sea, no
poseer nada), y así fundó con Francisco la segunda Orden
franciscana (1215), que lleva su nombre: las Clarisas o Damas Pobres.
Fue la primera mujer en conseguir, tras una larga lucha, la
aprobación pontificia de una regla propia. De este modo
empezó la vida de aquellas dieciséis "pobres mujeres" que
se instalaron en San Damiano. Clara recibió el título de
abadesa de San Damiano. Las Damas Pobres insistían en un modo
particular en la santa pobreza, queriendo ser mendigas para vivir
sólo de limosna, y aún de limosna de poca
consideración, rechazando los panes enteros y sin aceptar
más que mendrugos. En 43 años de vida monástica,
29 de ellos con dolorosas enfermedades, Clara realizó plenamente
el ideal concebido por Francisco. Cuando el papa Inocencio IV quiso
suavizar esas normas, Clara defendió apasionadamente su pobreza.
"Santo Padre, absolverme de mis pecados, pero no del voto de pobreza al
que he estado y seré siempre fiel". Es la única Orden
monástica que jamas ha sido renovada. "Mi Señor -rezaba
Clara- te declaro mi único dueño de mis territorios.
Extiende tus alas de mando sobre los horizontes de mis mundos. No
habrá para mi otra voz ni otro rostro que el de mi Elegido.
Entre Tu y yo no se interponga otra criatura sino la espada de la
fidelidad". Fundó monasterios en Perugia, Arezzo, Padua,
Venecia, Mantua, Bolonia, Milán, Siena, Pisa y también en
las principales ciudades alemanas. Escribió la “Regla” y el
“Testamento”, base de la vida de las clarisas.
Dos veces hizo huir a los sarracenos alistados por Vitale
d'Aversa al servicio del emperador Federico II (que querían
asolar Asís, y violar los conventos); la primera, ordenando a un
sacerdote que dirigiera contra ellos la custodia (1240) desde la
ventana del dormitorio; y la segunda totalmente inmovilizada,
exhortando a las hermanas a la oración (1241). Dio el
último saludo a los restos de Francisco, que había
albergado unas semanas, en una pequeña celda de ramaje levantada
en el huerto de San Damiano y al que ayudó en sus momentos de
sufrimiento cuando vio separarse la Orden de su espíritu
fundador. Dos días después de la muerte del santo, obtuvo
el permiso para que el cuerpo fuera introducido en la clausura del
convento, ante la reja que servía para la comunión.
Obligada a guardar cama (de 1224 a 1253), escribió su
testamento: "Sed siempre enamoradas de Dios"; y murió delante
del Papa y los cardenales que fueron de Perugia, diciendo: "Oh Dios,
seas bendito por haberme creado".