SANTA CATALINA DE SIENA
(Doctora de la Iglesia)
29 de abril
1380 d.C.



   Fue la penúltima de 25 hermanos, de la familia Benincasa, y había nacido en Siena el mismo año que irrumpió la “peste negra” (1347-1352) en toda Europa. Una tarde volviendo a su casa tuvo una visión de Cristo vestido de pontífice acompañado de santos Pedro y Pablo. En el transcurrir de los años, esta visión la acompañará siempre en su amor apasionado a la Iglesia y en concebirla como una institución apostólica.

   A los 15 años, para evitar el matrimonio concertado por su madre (Monna Lapa), se hizo Terciaria dominica en las Hermanas de la Penitencia (Mantellate) de Santo Domingo. Por consejo de su confesor, que en la infancia le leía la "Leyenda Áurea", de la que le había impresionado la vida de santa Eufrosina, decidió cortarse los cabellos y vestir un hábito particular que (por revelación de santo Domingo) constaba de vestido blanco, velo blanco, manto negro y cinturón de cuero. A lo largo de cuaresmas enteras su único alimento fue la Eucaristía; los superiores dominicos pensando que era una penitencia que ella misma se imponía le obligaron a comer y ella con gran sencillez respondió: "comeré pero no puedo evitar que mi cuerpo expulse la comida ya que no admite nada mas que la Eucaristía". Vivió en sí la pasión de Cristo con una frase: "Amar y padecer por Ti". Tenía una gran veneración por santa Inés de Montepulciano, y a su tumba realizó varias peregrinaciones. Dio muestras de gran abnegación durante la peste de 1374. Por espacio de tres años no abandonó su celda, salvo para ir a la iglesia, y no habló con nadie ni una palabra excepto con su confesor. En la soledad de su retiro experimentó la amorosa ternura de Cristo, que se presentaba en sus contínuos éxtasis. 

   En el 1377 fundó en su ciudad un convento, en el cual permaneció, sin embargo, poco tiempo, después que contempló que su misión estaba en la restauración de las almas y de la Iglesia. Se impuso la reforma  de la Iglesia a base de corregir a sus ministros por el excesivo lujo, la simonía y la corrupción. Su vida tiene importancia trascendental en la historia de la Iglesia, ya que luchó denodadamente para procurar el regreso de los papas de Aviñón, contribuyó a convencer al papa Gregorio XI para que abandonase Aviñón y regresara a Roma. Llamaba al Papa "el dulce Cristo en la tierra". Sus buenas dotes consiguieron la vuelta del Pontífice a su sede de Roma; luchó contra el Cisma de Occidente reuniendo a toda Italia en torno del papa san Urbano V. "Animo padre, que yo os digo que no hay necesidad de temblar". Uno de sus mayores éxitos fue que el papa Gregorio XI levantara el interdicto a la ciudad de Florencia y que se restableciera la comunión y la paz entre la ciudad toscana y el papado. 

   Sus escritos, "Los Diálogos de la Divina Providencia", lo que tuvo que dictar, ya que no sabía escribir (aunque este particular parece que no es cierto, y que si tenía sabía leer y escribir por un don divino); aunque Dios le concedió el don de poder interpretar lo escrito, sin conocer el significado de las letras, todo ello para confundir los distintos tribunales de la Inquisición a la que fue sometida por sus superiores dominicos. En momentos de gran tribulación, pues los tenía muchísimos, por las grandes purificaciones que padecía decía: "¿Donde estabas, Esposo Mío, que así me dejaste sola con mis pruebas? -Dentro de tu corazón estaba yo, esforzándote y complaciéndome con tu fidelidad". Ante la duda que muchas veces supone no saber qué camino elegir, ya que el diablo se mete por donde puede, Catalina aconsejaba: " Si cuando voy a acometer una acción siento que mi corazón conserva su paz sin la más leve sombra de duda, entonces mi acción goza del beneplácito de Dios, en cambio si hay duda, o justificación o una cierta inquietud, entonces no es de Dios".

   Tuvo que defenderse en el Capítulo general de los dominicos (1374), celebrado en Florencia, por esa actividad político-religiosa; por eso fue sometida al control y dirección de su confesor, el beato Raimundo de Capua. Este, al redactar su biografía, nos habla de los estigmas invisibles impresos en su cuerpo, que sólo fueron conocidos tras su muerte (los autores dicen que la estigmatización fue un invento de los dominicos para competir con san Francisco de Asís); así como su desposorio místico con Cristo, que es una copia del de santa Catalina de Alejandría. Pese a sus esfuerzos los resultados de su acción fueron aparentemente escasos. Aunque una de las anécdotas de su vida está en la conversión del condenado a muerte Nicolás Tulco, al que consiguió, en el momento de subir al patíbulo, dándole todo el amor que fue capaz (en la sociedad de la época no se comprendió su abrazo y gestos de afectividad), convertirle de su desesperación y hacerle morir en paz. Murió en la soledad de Roma, en un éxtasis de amor, después de ocho semanas de fuertes dolores y tentaciones diabólicas. Su cuerpo reposa en la iglesia dominica de Santa María sopra Minerva, cerca de la tumba de fra Angélico. Pero su cabeza está en Siena. Fue canonizada por Pío II el 29 de junio de 1461. Es copatrona de Europa y patrona de Italia.

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(Parroquia San Martín de Porres)