SANTA BEATRIZ DE SILVA
MENESES
1491 d.C.
17 de agosto
Nació en Ceuta, en el
seno de una familia de la aristocracia. Tuvo como hermano al beato
Amadeo de Meneza da Silva. A los diez años pasó a vivir a
Portugal, por un destino que su padre recibió de la Corte, al
ser nombrado alcalde de Campo Maior (Alentejo). En 1447 dejó
Portugal y marchó a Castilla, acompañando a la reina
Isabel de Portugal, casada con Juan II, como dama de la reina. Los
cronistas de la época dirán de ella: "allende venir de
sangre real, era muy graciosa doncella y excedía a todas las
demás de su tiempo, en hermosura y gentileza".
A veces residía la reina en Madrigal de las Altas
Torres, donde nació su hija Isabel la Católica; otras
veces vivía en Tordesillas. Allí, en el monasterio de
Santa Clara, se dedicó Beatriz a la oración. Muchas veces
fue motivo de rivalidades entre sus numerosos pretendientes. Algunos de
ellos, celosos intrigaron contra ella. Los testimonios son numerosos.
"Por su gran hermosura fue demandada por muchos condes y duques en
matrimonio. Había acaloradas disputas y lances de amor por su
causa". Beatriz se refugió en el silencio y la oración "y
de voluntad trocara su beldad por la fealdad de la mujer más fea
del mundo".
La misma reina, pensando que Beatriz se entendía
con el rey, decidió quitársela de en medio. Un día
la metió en un baúl, decidida a dejarla morir, estuvo
allí tres días. Se descubrió la insidia y
liberaron a la santa. Beatriz decidió huir de las intrigas de la
Corte y se marchó a Toledo e ingresó en el convento de
dominicas de Santo Domingo del Real, en calidad de oyente.
Oración y obras de caridad "y la decisión de que
ningún hombre la había de ver más el rostro",
fueron su norma de vida durante 30 años: su condición de
seglar le permitió ir acompañada de dos sirvientas. Todas
sus dificultades las venció con la devoción a la Virgen.
Su retiro se vio interrumpido por la cantidad de pobres que fueron a
pedir su ayuda y que ella se entregó por entero a ellos.
Isabel la Católica solía ir a verla desde
Arévalo, con su madre (ya arrepentida del intento homicida). Le
regaló el monasterio de Santa Fe, y allí marchó a
vivir sus últimos años de su vida como religiosa de la
Orden contemplativa de la Inmaculada Concepción (Concepcionistas
Franciscanas), que fue fundada por ella con otras doce
compañeras, centrada en el culto a la Pasión de Cristo, a
la Eucaristía y a la devoción de la Inmaculada. El papa
Inocencio VIII autorizó en 1489 la fundación del nuevo
monasterio bajo la regla del Cister según las directrices del IV
Concilio de Letrán. En el lecho de su muerte profesó como
religiosa de la nueva fundación.
Después de su muerte el cardenal Cisneros impuso a su Orden la
regla de santa Clara y más tarde tendrá sus propios
estatutos y regla propia como una Orden nueva, confirmada por el papa
Julio II: Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen
María. Fue la primera orden contemplativa que recaló en
América. El culto de santa Beatriz fue confirmado en 1926, pero
la canonización le llegó el 3 de octubre de 1976, bajo el
pontificado de SS. Pablo VI.