Era la hermana de los también santos
mártires Simplicio y Faustino, cuyos cuerpos fueron arrojados al
río Tíber.
Beatriz recuperó y enterró cristianamente sus cuerpos.
Fue denunciada por sus creencias cristianas por un pariente, llamado
Lucrecio, que aspiraba a su herencia, y que, por lo tanto, deseaba su
muerte. Por ello, fue encarcelada y estrangulada en la misma
cárcel. Su pariente Lucrecio nunca pudo disfrutar de la herencia
de Beatriz, pues murió fulminantemente tras la muerte de
ésta. El cuerpo de Beatriz, junto con los de sus hermanos
Simplicio y Faustino, reposa en la Basílica
de Santa María la Mayor.