SANTA ALICIA DE
SCHAERBEEK
11 de junio
1250 d.C.
Nació en Schaarbeek, que actualmente forma parte de la mancha
urbana de Bruselas, Bélgica, en el seno de una familia de
arraigadas creencias, que inculcaron en Alicia y e todos sus hijos.
Desde niña se mostró precoz en inteligencia y en
espíritu. A los siete años fue acogida en la
abadía cisterciense de La Chambre (o Camera Sanctae Mariae) en
la diócesis de Tréveris, Bélgica, donde
encantó a las religiosas por su extraordinaria memoria y su
vivísima piedad. A los nueve años, ingresó como
religiosa.
Al cumplir los veinte años de edad, Alicia
desarrolló lepra y fue aislada del resto de la comunidad; por
esta razón será recluida en una buhardilla fuera del
contacto con la comunidad. No obstante, la espiritualidad con la que
sobrellevó su enfermedad fue un ejemplo para todas sus
compañeras. Este fue el purgatorio de Alicia, sus dolores fueron
consolados por ángeles y por su devoción al Sagrado
Corazón de Jesús. En su aislamiento, Alicia
desarrolló una profunda devoción por la
Eucaristía, aunque nunca pudo beber directamente del
cáliz, por el temor a que toda la comunidad pudiera contagiarse
de su mal.
Le ofreció a Dios su enfermedad por la
salvación de las almas y vivió así durante 40
años. Perdió la vista y ofreció su ceguera por
Guillermo, conde Holanda y por la cruzada de san Luis IX rey de
Francia, y luego poco a poco se fue quedando paralítica. Sin
embargo, en la oscuridad se volvió visionaria, y de manera cada
vez más frecuente se le veía arrebatada por
éxtasis místicos. En 1249, una religiosa, de la cual no
se sabrá nunca el nombre, se ofreció voluntaria para
acompañarla en su encierro. Su agonía duró un
año. Se dice que obtuvo el don de curar a los enfermos, aunque
no le fue dada la capacidad de curarse a sí misma. San
Pío X confirmó su culto en 1907.