SAN SISOES "EL MAGNO"
6 de julio
429 d.C.
Era un
monje solitario, seguidor del ascetismo en el desierto egipcio, primero
en Nitria, luego en una cueva, santificada por las labores piadosas de
su predecesor en ese lugar, san Antonio Abad. Y dijo al habitarla
"Así en la cueva de un león, un zorro hace a su morada".
Sumamente estricto con
él mismo, san Sisoes era muy misericordioso y compasivo con
otros, él recibió a todos con amor. A aquéllos que
lo visitaron, el santo enseñó en primer lugar siempre la
humildad. Cuando uno de los monjes preguntó que cómo
él podría lograr un recuerdo constante de Dios, Sisoes
comentó, que "Ésa no es ninguna gran cosa, mi hijo, pero
es una gran cosa considerarse inferior a todos los demás. Esto
lleva a la adquisición de humildad." Preguntado por los monjes
si un año es suficiente para el arrepentimiento si un hermano
peca, abad Sisoes dijo, "yo confío en la misericordia de Dios
que si tal hombre se arrepiente con todos su corazón, entonces
Dios aceptará su arrepentimiento en tres días."
Cuando san Sisoes estaba en su lecho de muerte, los discípulos
que lo rodeaban vieron que su cara brillaba como el sol. Ellos le
preguntaron lo que él veía, el agonizante abad Sisoes
contestó que él vio a san Antonio, los profetas, y los
apóstoles. Su cara aumentó en el brillo, y él
habló con alguien. Los monjes preguntaron "¿Con quien
está hablando, Padre?” Él dijo que los ángeles
habían venido por su alma, y él estaba rogándoles
darle un poco más tiempo para el arrepentimiento. Los monjes
dijeron, "Usted no tiene la necesidad del arrepentimiento, Santo Padre"
Sisoes dijo con gran humildad, que "yo pienso que ni siquiera he
comenzado a arrepentirme". Después de estas palabras la cara del
abad brilló tan brillantemente que los hermanos no podían
verle, san Sisoes les dijo que él vio al Señor mismo.
Había una llamarada entonces como el relámpago, y un olor
fragante, y Sisoes partió al Reino Celestial.